Luis y Ángel Garnacho: “Hasta que no se ve el proceso de elaboración de un mantecado no se valora el trabajo artesano”
Estos dos hermanos, reconvertidos en confiteros desde el mundo de la alfarería, llevan casi 30 años en una profesión que empezaron sin conocimiento alguno. Aunque tienen un amplio catálogo de productos dentro de la confitería y la pastelería tienen claro que el mantecado es el producto estrella.
Ángel y Luis Garnacho realizando la labor del bañado de los mantecados.
Juan J. Villalba Pinilla
Confitería Garnacho arrancó en agosto de 1986 en una vivienda de la antigua carretea –hoy avenida- de Segovia de la mano de dos hermanos de Arrabal de Portillo. A diferencia de otras empresas de la localidad, en las que el negocio se ha trasmitido de generación en generación, Luis y Ángel Garnacho tuvieron que aprender el arte de hacer masa y bañar los bollos cuando tuvieron que abandonar el de dar forma a un trozo de barro. “Trabajábamos en la alfarería, nos quedamos en el paro y decidimos meternos en este mundo cuando nos dimos cuenta de la demanda que de mantecados y pastas había en Arrabal. Mucha gente que pasaba de viaje por la carretera llamaba en nuestra casa para preguntarnos dónde se podían comprar pastas. A cada lado de nuestra vivienda había una confitería y nosotros les derivábamos a una u otra. Nos dimos cuenta de que el consumidor quería esos productos y por eso decidimos entrar en ese sector”.
Tras esta decisión inicial contactaron con César López, un vecino de Arrabal que había dejado este negocio al cambiar de trabajo, y él fue quien les facilitó las fórmulas de los productos y les enseñó los primeros pasos en este mundo. A partir de ese momento, del que se van a cumplir 30 años, los dos hermanos se abrieron un hueco en este sector “a base de trabajar muchas horas entre semana, más de un día de fiesta, y sobre todo ofreciendo calidad”.
La actividad en la confitería arranca a las siete de la mañana cuando brocha en mano, y tras haber preparado una mezcla a base de azúcar, agua y clara de huevo bañan una tras otra las decenas y decenas de mantecados que han dejado cocidos del día anterior. Finalizada esta tarea, que les lleva hasta las dos y media de la tarde, dedican el resto de la tarde en hacer una nueva masada con la base de harina, manteca y yema de huevo y algún añadido más como el vino blanco. “Esta es la receta base de un mantecado. Hay quienes echan aguardiente, anís o canela para aromatizar la masa. Dependiendo de la cantidad de yema que utilices, la masa quedará más o menos fina y tendrá una textura más o menos parecida a la del hojaldre”. Hecha la masa, los siguientes pasos son laminarla, cortarla en piezas y dejar los carros llenos con otra buena tanda de producto cocido, que una vez bien frío, se bañarán al día siguiente. De un día para otro Luis y Ángel suelen elaborar unos 70 kilogramos. Cada mantecado, producto estrella de todos los confiteros de Portillo, lleva tres cocciones: una primera de la masa a unos 330 grados y otras dos de secado, a unos 80, cuando se bañan la cara y el asiento de cada una de las ‘zapatillas’, como también las denomina parte de la clientela.
“Todo este proceso de elaboración de los dulces no se valora hasta que no se es testigo de él. Es aquí, viéndonos trabajar, y no cuando despachamos una caja de pastas desde el mostrador, cuando el cliente percibe realmente el valor añadido de un trabajo artesanal como el nuestro. La gente se ve muy sorprendida cuando nos ven como se hace” señalan.
Dentro de su gama de productos, Confitería Garnacho también elabora ciegas, amarguillos, pastas de piñón, pastas de almendra y pastelería, esta última sólo para encargos con un día de antelación tanto a diario como fines de semana. Además de en la tienda de la avenida Segovia estos productos –salvo los pasteles que únicamente se venden allí- se pueden encontrar en una docena de tiendas de Valladolid a las que surten los dos hermanos de manera directa sin necesidad de intermediarios.
Las caídas de las ventas como consecuencia de la crisis y del desvío de la carretera de Segovia –que también se ha notado y mucho- y lo repetitivo del trabajo han hecho que en alguna ocasión por la cabeza de los hermanos haya pasado la idea de orientar su vida laboral en otro sentido pero la edad y la ausencia de alternativas reales han hecho que sigan en la profesión. “A mí me gusta más la pastelería puesto que no es tan repetitivo como la confitería pura y dura –señala Luis- pero hay que recocer que no se puede abandonar la elaboración del mantecado porque éste es el buque insignia de los dulces de Portillo, es lo que pide el cliente y la llave que te puede abrir las ventas de otros productos ya sean pastas o pasteles”.
Tanto Ángel como Luis valoran muy positivamente la celebración de la Feria de Artesanía ya que a la promoción que se hace del municipio y de sus productos tradicionales, ellos suman un buen volumen de ventas in situ. “A nosotros, la feria nos salva el mes de junio que tradicionalmente es un mes flojo. Valoramos enormemente que la feria sea un escaparate de nuestros productos y que haya personas que empiecen a confiar en ti a lo largo del año porque le diste a probar un mentecado aquí pero, ya que durante dos días estamos al pie del cañón en el puesto, satisface el que también se venda de manera directa. Por estos motivos nosotros estamos encantados con ella. El año pasado se planteó la posibilidad de hacer la feria cada dos años pero personalmente creemos que se puede seguir haciéndola cada año perfectamente”.