¿DÓNDE VA MI VOTO? EN BUSCA DE UN SISTEMA ELECTORAL JUSTO
Miguel del Río Cristóbal
Estamos ante la cita electoral más importante de los últimos años, fíjense que siempre se dice lo mismo, pero esta vez debe de ir en serio, tanto por la situación del país como por los cambios del escenario político. Previsiblemente el PP tendrá alrededor del 25% de los votos, PSOE y Cs un 20% y Podemos se quede en el 15%; no se espera que ningún otro partido alcance el 5% de los votos. Ahora bien, ¿son importantes estos porcentajes? Desgraciadamente no, pues lo determinante es de dónde provienen estos votos pues de ello es de lo que depende el reparto de escaños y por ende la composición del Congreso de los Diputados.
La Constitución Española de 1978 establece que Ceuta y Melilla eligen un diputado cada una, cada una de las 50 provincias un mínimo de dos representantes y el resto se reparte de manera proporcional (mediante el cociente de Hare) en función de su población censada en cada circunscripción. Dentro de la provincia se reparten los escaños mediante la famosa, y no menos criticada, ley d’Hont. Muchos dirán que esta ley perjudica a los partidos pequeños y beneficia a los grandes, pero realmente la ley d’Hont es, junto al método de Webster, uno de los sistemas de reparto más justos de los que existen, o al menos de los menos injustos. La problemática no radica tanto en el reparto de escaños como en la excesiva división del territorio sin ningún tipo de corrección.
Los desequilibrios entre porcentajes de votos y escaños han perjudicado históricamente a partidos de pequeño tamaño y ámbito nacional como IU, UPyD o Equo y beneficiado considerablemente a PSOE y PP; es una falacia que el sistema actual beneficie categóricamente a partidos nacionalistas. Nos encontramos ante una división sociopolítica compleja en la que el actual sistema electoral, al realizar muchos repartos independientes, produce grandes desequilibrios en la proporcionalidad. No hay que olvidar que es importante buscar la cercanía de los representantes, aunque habría que comprobar si defienden más los intereses de sus partidos o de sus territorios. Por ejemplo, ni los senadores castellanoleoneses ni los asturianos han votado al unísono en defensa de la minería. Es discutible si es necesario ampliar la circunscripción a la autonomía, pues la división del territorio es principalmente por comunidades autónomas. La elección de candidatos mediante primarias, el desbloqueo de las listas o una imperiosa reforma del Senado son asuntos que pueden también estar ligados a este debate, pero no entraremos en ello para no desviar el foco.
¿Cuál es la solución entonces? Muy sencilla y compleja a la vez. Una vez fijado el tamaño de la circunscripción cada votante elegirá una lista en la misma, como ahora vamos. Lo que difiere es el reparto de escaños, hasta ahora solo se garantizaba la proporcionalidad en cada una de las provincias y lo que se ha de buscar es que el reparto sea proporcional tanto a nivel provincial como del conjunto de España. Existe un algoritmo matemático que esgrime la manera de repartir los diputados entre los diferentes partidos políticos en global y que estos se distribuyan entre las circunscripciones en función de los votos obtenidos en cada una. De esta manera se garantiza que el reparto global sea proporcional, justo y no induzca a paradojas manteniendo además la cercanía por el reparto en función de las circunscripciones.
Este método, que se denomina biproporcional, asegura que todos los votos tengan el mismo valor, sin tener en cuenta la procedencia del voto. Con este sistema un partido no tendrá una representación estrictamente proporcional en una circunscripción concreta, algo que no garantiza ningún sistema y es imposible de conseguir, pero sí garantiza que el reparto global sí sea lo más proporcional posible además de la ya citada proximidad. El único inconveniente a destacar de este sistema es que por mucho que se lo propongan y aunque les deje calculadora, lápiz y papel no serían capaces de calcular este reparto. Eso sí, un ordenador es capaz de obtener el reparto en unos pocos segundos. Algún político dirá que el ciudadano quiere saber exactamente como se reparten los votos, pero ¿sabían hasta ahora hacer este reparto? ¿Saben ustedes calcular la beca universitaria que les corresponde? ¿Saben ustedes calcular la distribución de las fuerzas de un puente por el que pasan? La respuesta generaliza a las tres preguntas será no y tampoco se exige conocer, simplemente los métodos funcionan y se confía en los expertos, así que realmente no se trata de un problema.
Ya saben, para unas elecciones democráticas y que garanticen una representación proporcional es necesario cambiar la ley electoral al método biproporcional. Algunos partidos proponen la modificación del sistema electoral, pero ninguno lleva esta propuesta es su programa. Una pena. Aun así, voten.