Surrealismo en La Pedraja de Portillo
La diferencia entre racionalidad e irracionalidad estriba en que para llegar a la primera, se usan los conocimientos adquiridos y el cerebro; mientras que para la segunda, solo es necesario usar el corazón y los pies.
José Melchor Martín Bueno
De igual manera, los sueños suelen tener poco que ver con la realidad, aunque a veces esta los supere. Después se entenderá por qué parto de aquí en este breve escrito.
Siento cariño hacia mi pueblo porque nací allí y tuve una infancia feliz, y aunque salí siendo muy pequeño, gracias a la idea y los sacrificios de mis padres, siempre he vuelto. He podido observar cómo iba evolucionando con el tiempo y he llegado a la conclusión de que algunas cosas permanecen como estaban cuando me fui por primera vez, por ejemplo: el trazado urbano y el número de habitantes. Y eso, créanme, me alegraba. Como también me alegraba que las familias pudieran defender sus economías, es decir, sus necesidades mejor, aunque fuera con mucho trabajo y esfuerzo. Otras cosas me han desagradado porque abunda en la fealdad del pueblo y me resultan extrañas, como poner "Cementerio" en el cementerio, tal vez porque se pudiera confundir con el centro de salud; o la renovación del alumbrado público con farolas coloradas, a modo de decorado estalinista; o que la famosa semana de abril con charlas, conferencias y manifestaciones artísticas se tuviera que celebrar poco menos que en un pajar, por no contar con el reconocimiento municipal oficial.
En relación con La Pedraja he tenido un sueño recurrente, que prácticamente se ha hecho realidad: que la dejen como la conocí de niño, que no borren las referencias, que no ensanchen las calles, que sigan en pie las casas de adobe y ladrillo. Y eso que hay que reconocer que es un pueblo anodino y sin encanto; pero no por ello menos querido.
Nunca pensé que La Pedraja fuera a salir casi intacta de los años de la locura e irracionalidad urbanística nacional, entre finales de los noventa y el inicio de la depresión económica, en el segundo semestre de 2007. Apenas algunas casas nuevas, legales e ilegales; una plaza de toros, para solaz de los aficionados; una residencia de ancianos, aprovechando un edificio de escuelas; y las farolas de pésimo gusto en las calles, son los elementos que han ido dando fe del paso del tiempo.
Supongo que los hacedores de semejante proeza -salvar a La Pedraja del crecimiento urbano especulativo que ha arrasado con todo en estos años- hay que buscarlos entre los regidores del municipio; sin un ápice de ironía, desde aquí solicito que sean homenajeados por tal motivo. Aunque, me imagino, que las razones para preservarlo del cemento y el ladrillo no han sido del todo racionales. Creo, más bien, que tienen que ver con una ideología mal entendida y un análisis socioeconómico del pueblo, erróneo de punta a cabo: "que se fastidien los ricos terratenientes". Pero es que en La Pedraja ni hay ricos, ni hay terratenientes.
Me las daba yo muy felices, cumplido el sueño, pensando en una jubilación de paseos por los llanos caminos del pueblo, apenas encontrándome con algún agricultor que iba o venía de sus tareas, cuando me entero por este periódico digital de que "el Ayuntamiento de La Pedraja de Portillo aprueba un plan parcial para la construcción de 2.305 viviendas". El corazón se me aceleró y me quedé estupefacto. Después me fui tranquilizando a medida que pensaba en tal posibilidad, y me dije: "eso es una pesadilla que, de momento, no se hará realidad". Porque la realidad económica es muy obstinada. Nadie sabe cuándo saldremos de esta depresión económica (no crisis económica, como se dice). Lo que sí se sabe es que no hay crédito para financiar esas aventuras; que no hay demanda para ese tipo de bienes, pues la cuarta parte de la población activa del país está desempleada; y que el "austericidio", como diría P. Krugman, de los presupuestos de las Administraciones Públicas no permite incrementar los gastos sociales (sanidad, educación), que harían falta en ese pueblo que ocuparía el cuarto o quinto puesto de los municipios vallisoletanos por número de habitantes.
Así pues, los actuales regidores deberían cuidarse mucho de empresarios iluminados que pretenden embarcarles en viajes a ninguna parte, con argumentos irracionales que confunden los sueños con la realidad.