UN REY A LA ALTURA DE SUS CIRCUNSTANCIAS
Nicanor Prieto de la Cal
Decía Ortega: " Yo soy yo y mis circunstancias". Es decir; el hombre no solo es un ser social, sino que además su identidad va unida a su historicidad, a su circunstancia temporal.
El martes Felipe VI demostró estar a la altura de lo que se pide de él como Rey y como Jefe del Estado: como Rey debe apelar a la conciencia de unidad de la nación, de su continuidad, y de la hermandad de sus miembros. Como Jefe del Estado ha requerido de todos los poderes del Estado (Gobierno, Parlamento, Jueces y Tribunales) que restablezcan la vigencia del Orden Constitucional y del Estatuto en Cataluña.
No puede ser de otro modo: el restablecimiento del orden constitucional es la premisa de cualquier otra decisión; es el requisito esencial de libertad para poder tomar decisiones, es el fundamento de la libertad de los ciudadanos, secuestrada por mafias y grupos organizados ejercitando la mentira, la coacción, la amenaza y la violencia. No hay mayor violencia que violentar la Ley y crear un clima de absoluta inseguridad.
Sorprende, y por qué no decirlo, irrita el cinismo hipócrita de quienes censuran que el Rey no haya usado la palabra dialogo y, claro, eso les deja en evidencia en su miserable intento de igualar moral y políticamente al golpista Puigdemont y al legítimo Presidente del Gobierno de España. No cabe el dialogo con quien te está amenazando con romper en dos tu nación, tu Estado y tu territorio. Estos mismos, políticos de extrema izquierda, en su delirio sectario no dudaron en justificar las matanzas de Maduro porque los manifestantes muertos eran golpistas. Y aquí, hipócritas ellos, se escandalizan de cuatro porrazos, pero silencian las agresiones, los insultos las coacciones que los miembros de la Policia Nacional y sus hijos, y lo mismo para la Guardia Civil, sufren en Cataluña por parte de estos mafiosos.
Otro que también quiere ser pescador de aguas revueltas es el Pedro Sánchez con su atolondrada moción para repudiar a la Vicepresidenta por las cargas policiales. Es tan estúpido este planteamiento que muchos dirigentes socialistas se han echado las manos a la cabeza y no han dudado en cuestionar abiertamente su oportunidad porque si se cuestiona la actuación policial, dígame señor Sánchez Pérez-Castejón ¿cómo vamos a ejecutar las resoluciones judiciales?, ¿en qué queda el monopolio del uso legítimo de la violencia para imponer el respeto a la Ley? ¿Qué?: ¿les echamos un sermón lleno de buenismo? En mi opinión, señor Sánchez, su cortoplacismo y su resentimiento contra Rajoy le convierte hoy en tonto útil del golpismo. Nada mejor para los golpistas que una quiebra en los partidos que defienden la Constitución y la soberanía del pueblo español.
Que el Gobierno de Rajoy a juicio de muchos ha estado lento, falto de iniciativa y escondido tras el Constitucional y los Jueces del TSJ de Cataluña es ya una evidencia. Ha faltado el impulso político de poner en marcha, preventivamente, medidas previstas en la Ley de Seguridad Nacional y ha faltado la aplicación progresiva, pero necesaria, de requerimientos en base al artículo 155 de la Constitución.
Pero, aun admitiendo esto, resulta intolerable equipar al delincuente golpista con el gobernante que se mantiene dentro de la Constitución. La equidistancia de Podemos es sencillamente un acto de deslealtad con el pueblo soberano y la equiparación que hace Sánchez de uno y de otro, y de su llamada al diálogo sin condiciones previas, es también objetivamente un triunfo del golpismo.
Entiendo que unos y otros han sido desautorizados por el Rey. Y así se explica la reacción de Podemos a su discurso. Yo no esperaba otra cosa de Podemos. Están en el derribo de la unidad del pueblo español y en la hipocresía de difundir las patrañas de los independentistas. Pero de Pedro Sánchez no esperaba que volviera por sus fueros de resentimiento. Allá él. Hoy toca a todo español consciente de la fortuna de serlo, colocarse al lado del Rey, y con el Rey a la cabeza, una vez más, unidos, defender la Constitución, defendiendo la unidad y la soberanía del pueblo español como garantía de nuestra propia libertad. Somos ciudadanos libres en un país libre. No somos ni súbditos, ni miembros de una tribu, que es a donde en realidad nos quieren llevar los golpistas y sus complacientes socios dialogantes.
Hoy tiene pleno sentido gritar:¡ Viva El Rey ! ¡Viva España!