Sólo Diego Ventura sacó algo de jugo a los ejemplares del Niño de la Capea en la mixta de ayer en Valladolid
Nada que ver el tiempo que hubo ayer en Valladolid con el del pasado día, en el que la lluvia fue la protagonista. Más de media plaza llena y en los tendidos aficionados del Club Taurino de Londres, como David Penton (Secretario General del Club). También estaba Lars Grinde, presidente de la Peña Taurina de Noruega.
Saúl N. Amado
Tercera corrida de la feria de la Virgen de San Lorenzo.
Ganadería: Cinco toros de Carmen Lorenzo (el 4º para rejones) y uno de San Pelayo (1º, también para el toreo a caballo). Aparte los despuntados para el rejoneo, muy pobres y romos de pitones. Corrida floja.
Toreros: El rejoneador Diego Ventura: oreja y dos orejas. Salió a hombros. Enrique Ponce (grana y oro): ovación tras leve petición y palmas. Miguel Ángel Perera (azul añil y oro): silencio en ambos. Más de medio aforo cubierto.
Era la primera vez que Valtauro programaba un festejo mixto en el coso del Paseo Zorrilla. Un festejo que tan sólo fue animado por el rejoneador Diego Ventura pues los otros cuatro morlacos no ofrecieron las mínimas posibilidades a Ponce y Perera.
Los astados dieron pocas posibilidades. El primero de Diego Ventura, ejemplar de San Pelayo fue enmendando a medida que avanzaba la faena y al cuarto –el segundo de su lote- lo supo aprovechar. Buen ejemplar de Carmen Lorenzo, al que se dio ovación en el arrastre. Una oreja en el primero, dos en el cuarto y salida a hombros del coso para Diego.
Una actuación más que Enrique Ponce sumó ayer en Valladolid desde la primera en 1999. El primero de su lote resultó ser un mansurrón además de denotar una más que evidente flojedad hasta el extremo de caerse siendo muy protestado. Ponce tuvo que sujetarle continuamente para que no se fuera. Saludó a la ovación que por esfuerzo el público le brindó. Su segundo, el de mayor peso del encierro, tampoco dio buen juego. Tímidas palmadas para premiar al maestro de Chiva.
Miguel Ángel Perera se encontró con lo peor lote de de la tarde. En su primero, vio cómo el toro se sentaba al comienzo de la faena de muleta. El animal fue pitado y silencio para Perera. Lo volvió a intentar con su segundo toro, pero éste estaba encogido y tenía una embestida descoordinada, por lo que tuvo que abreviar. Cuatro estocadas hasta que, al final, el toro cayó.
Poco más se puede decir de una tarde en la que el tiempo acompañó, pero los toros no.