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Adolfo Suárez, In memoriam

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Con la desaparición de Adolfo Suárez cobra más sentido el viejo dicho que  “sólo los buenos mueren jóvenes”, pues aunque para algunos 81 años son muchos, no es menos cierto que su desgaste político, unido a las desgracias familiares y a su Viacrucis personal con la cruz del Alzheimer a cuestas, le ha privado de vivir dignamente parte de esas décadas.

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Adolfo Suárez fue una de esas personas cuya huella, obra y recuerdo perdurará  mucho más allá de familiares, amigos y conocidos. Nacido en Cebreros, un pueblo cualquiera, de una comarca abulense cualquiera, este abogado de profesión y político por vocación siempre quedará presente como “alma mater” de la Democracia Española y de la Constitución Española de 1978. Poco podemos añadir a todo lo que se ha dicho y escrito desde que su hijo anunciara en rueda de prensa el inminente final, pero sirva esta pequeña semblanza de su trayectoria como humilde homenaje para, sin duda, la figura política más importante que ha tendido España en los últimos años.

Suárez fue, junto al Rey, figura clave de aquella transición democrática que ponía el punto y final a una larga dictadura militar y que puso los cimientos, como ayer manifestó el monarca en su discurso institucional, para lograr “la época de mayor prosperidad de la historia de España” aun cuando en aquellos años, el futuro fuera más bien incierto. Desde joven ya fue un romántico de la política. Su primer cargo fue  procurador de representación familiar por Ávila en la IX y X legislaturas de las Cortes Orgánicas y el de Gobernador Civil de Segovia en 1968.

Pero su salto a la política con mayúsculas se produjo en diciembre de 1975 cuando tras la muerte de Fernando Herrero Tejedor, Suárez fue nombrado su sucesor como ministro Secretario General del Movimiento en el primer gobierno monárquico presidido por Carlos Arias Navarro. En Julio de 1976 el Rey lo nombra presidente del Gobierno, y de la mano de Torcuato Fernández Miranda impulsa la Ley de Reforma Política aprobada en referéndum en Diciembre de 1976, que pondría punto y final al franquismo. Gobernó cuatro años y siete meses, con cinco gabinetes distintos, diversas remodelaciones y un total de 58 ministros diferentes. Tuvo que afrontar dos intentos de golpe de Estado, en Noviembre de 1978, la llamada “Operación Galaxia”, y el 23 de Febrero de 1981, con el asalto al Congreso encabezado por el coronel Tejero.

Suárez se presentó como cabeza de lista en Madrid por la Unión de Centro Democrático, coalición de  diversos grupos políticos de variada ideología. Tras el triunfo electoral de UCD, formó el tercer gobierno de la Monarquía y el primero de la democracia, constituido en Julio de 1977.  Además, las Cortes de esta Legislatura aprobaron la Constitución, ratificada por referéndum el 6 de diciembre de 1978. En Abril de 1979, Suárez se convirtió en el primer Presidente de Gobierno constitucional.

La crisis de su partido, las críticas a su gestión por parte de diversos sociales y políticos y una durísima oposición socialista, le llevaron a dimitir como Presidente del Gobierno en Enero de 1981.

Hoy sólo nos queda agradecer a Adolfo Suárez la ilusión y la constancia con la que trabajó por España. Agradecida por algunos y mal criticada por otros, la historia marca los hechos y éso no se puede obviar. Lo que es innegable e indudable es que este abulense ya universal fue uno de los motores del mayor cambio político y social de la historia de España instaurando un sistema democrático que garantizara el pluralismo político y un sistema de libertades con premisas tan sencillas pero trascendentes como que nadie perdiera su libertad por pensar y manifestarse de manera diferente a los poderosos. Ésto, que al igual que el agua que sale de las cañerías parece algo que siempre ha estado ahí y es mínimamente valorado sobre todo por las generaciones posteriores, costó a mucha gente encabezada por el propio Adolfo Suárez, sangre, sudor y lágrimas.

Desde este pequeño diario digital de Tierra de Pinares, expresamos nuestro más sentido pésame a la familia Suárez Illana.

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