Silencio y adiós: 96 años de presencia de los carmelitas al servicio del Santuario de Nuestra Señora del Henar 1924 – 2020
- No cabe duda de que independientemente de la advocación mariana que se celebre en los diferentes pueblos de Tierra de Pinares, el cariño que muchos de los vecinos de esta comarca tienen a la Virgen del Henar es común
- Mañana sábado los carmelitas abandonarán el lugar después de casi 100 años
P. Celso Prieto Bermejo, O. Carm.
No cabe duda de que independientemente de la advocación mariana que se celebre en los diferentes pueblos de Tierra de Pinares, el cariño que muchos de los vecinos de esta comarca tienen a la Virgen del Henar es común.
Me pide el director de este digital que escriba unas palabras con motivo de la marcha de los carmelitas del Santuario del Henar y con ello el cese del servicio que venían prestando. El próximo sábado, 27 de junio, a las 7.00 de la tarde, Mons. César Augusto Franco Martínez, obispo de Segovia, presidirá la eucaristía como acción de gracias y despedida de la comunidad carmelita que ha venido atendiendo este Santuario.
Han sido 96 años en los que numerosos religiosos de diversa procedencia han procurado el servicio espiritual y pastoral de la zona, al tiempo que fomentaban la devoción a la Virgen del Henar, advocación tan conocida en Castilla.
La presencia de los carmelitas en el Henar se inició el 13 de septiembre de 1924, sábado, víspera de la romería . El obispo de Segovia, Don Manuel de Castro, presidió la ceremonia protocolaria de la entrega de llaves en mano del P. Dionisio Bonfill, primer prior de la comunidad. Meses antes habían llegado hasta aquí el P. Simón García y el hermano Eliseo Almela para hacer lo preparativos necesarios. Habían recibido el encargo de parte del superior provincial, P. Elías Ortiz, influenciado por las continuas gestiones e insistencia de Sor Martina Vázquez Gordo, cuellarana y hoy declarada beata, de la congregación de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul. Era la superiora de la comunidad del hospital de Segorbe. Allí conoció a los carmelitas que regentaban el Santuario de Nuestra Señora de la Cueva Santa en Altura, Castellón.
Cuenta el P. Simón que fueron muy bien recibidos por la Junta Gestora del Santuario y las autoridades con el alcalde, Don Tomás Navarro, que era farmacéutico. El camino desde Cuéllar lo hicieron montados en un coche castellano sencillo tirado por dos pollinos a lo largo de un camino vecinal entre viñedos y pinares resineros. El estado del conjunto de la ermita era ruinoso y la noche la pasaron como pudieron en dos jergones de paja de maíz después de una cena frugal a base de un poco de fiambre.
Estos fueron los inicios y este es el final de esta presencia de hombres que, movidos por la fe, intentaron vivir el evangelio en esta tierra recia, nuestra, castellana. Durante estos años la comunidad religiosa solo ha pretendido ser fiel a su identidad de creyente, a su espiritualidad carmelita, a difundir el evangelio y promover valores humanos y cristianos. Comprometidos con el entorno físico, natural, cultural y emocional del lugar, especialmente con la historia, dando a conocer su pasado. Por aquí han pasado mártires del 36, estudiosos, licenciados y doctores en disciplinas diversas, músicos y pintores, y sobre todo unos 800 jóvenes de la zona a los que se les ofreció la posibilidad de estudiar bachillerato cuando desde Valladolid a Segovia no se encontraba centro alguno donde poder cursarlo.
El mayor empeño ha sido la difusión de la devoción a la Virgen bajo la advocación del Henar donde se ha puesto el mayor cuidado para no desvirtuar el contenido religioso del lugar en aras de otros intereses. Lo demás, la parte externa y visible del Santuario, ha ido mejorando para facilitar espacios tranquilos para los fines pretendidos.
Palabras pues de agradecimiento a Dios, que nos va marcando los caminos como personas y como comunidad; gracias a la Virgen del Henar, que con su amparo y su nombre, ha facilitado la tarea; gracias a todos los fieles y devotos, de cerca y de lejos, que con sus palabras nos animaron en nuestra quehacer diario y, ¿cómo no?, especialmente gracias a las personas de Cuéllar y Viloria que tan cercanas se han sentido a la comunidad carmelita.
Silencio y Adiós
Cómo se queda en el aire
La voz del último adiós.
Cómo se queda sentido
El eco del corazón.
“Nuestras vidas son los ríos”…
Pero a veces nada son,
Que el tiempo seca su cauce,
El recuerdo y la emoción.