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La ganadería más antigua de España se daba cita ayer en la corrida de rejones del coso lagunero

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Bonita y amena fue la tarde que se vivió ayer en la plaza de toros de Laguna de Duero, con una corrida de rejones con el madrileño  Mariano Rojo, del navarro (aunque con orígenes mejicanos)  Roberto Armendáriz, y del riosecano afincado en Burgos, Oscar Borjas como protagonistas.

Carlos Cerro Santos

Seis “santacolomeños” procedentes del Raso de Portillo, fueron las reses a lidiar, cinco de ellos herrados con la “G” proveniente del apellido Gamazo, sus titulares; el tercero de la tarde con la “Q” proveniente de El Quiñón del Raso. Satisfecho se vio al público con los toros y con los caballeros rejoneadores, no siendo así con la banda musical municipal, que se limitó a tocar un pasodoble en cada toro y en dos ocasiones pareció que se animaron a tocar a causa de la continua petición de música por parte del público.

En el primero de la tarde, Mariano Rojo, estuvo muy comprometido y  se le vio con ilusión, ante un toro con muchos pies pero noble. Rojo hizo una muy buena faena, pero a la hora de matar solo fue capaz de meterle medio rejón de muerte siendo necesario el uso del descabello para dar muerte al animal. No hubo trofeo. El segundo de su lote, un torazo que se lo puso difícil al madrileño, no quería caballo e incluso salió despistado, hasta que le puso el primer rejón de castigo. Hasta tres rejones de castigo le puso al del Raso. El animal le permitió hacer una faena vistosa, pero en el primer rejón pinchó y en el segundo tan solo le clavó medio no concediéndosele trofeo alguno.

Roberto Armendáriz toreó al segundo de la tarden; un toro reservón pero que permitió hacer buena faena. Armendáriz se arrimó mucho con el caballo, a lo que el toro respondió embistiendo en varias ocasiones al equino. Mató al animal de un bajonazo, algo que el presidente del festejo, Enrique Fernández Delgado, se negó a premiar, pero la insistente petición de oreja por parte del público y los continuos pitidos hicieron que finalmente concediera un apéndice. En su segundo de lote y quinto de la tarde, un gran toro que permitió realizar una buena faena, el navarro estuvo muy entregado y lo dio todo. El rejón de muerte lo puso muy trasero, lo que solo le permitió cortar una oreja.

El castellano, Oscar Borjas, toreó al toro del hierro del Quiñón, un toro menos entregado que el resto. Borjas no pudo llegar donde pretendía. El toro se rajaba con el caballo y tenía querencias. Le costó mucho ganarse al público pero un buen rejón de muerte le hizo obtener una oreja, a pesar de que tuvo que emplear el descabello. El último de la tarde salió con muchos pies, lo que a Borjas d le hizo que tuviera que ganarse al público e nuevo haciendo un toreo a caballo muy vistoso y empleando movimientos como volteretas, algo que al público gustó. También lo puso dos decorativas rosas en el lomo, cosa  que no se había hecho en ningún animal anterior. Brindó este segundo a la crítico taurino Ana Alvarado. Tras una faena  aceptable, lo mató con un segundo rejón, quedando bajo y trasero. Fue imposible concederle trofeo.

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