LA EXPOSICIÓN ‘LA SEMINCI FOTOGRAFIADA POR LUIS LAFORGA. 1980-2002’ LLEGA A ÍSCAR
Pueblosycomarcas.com; @PueblosComarcas
La fotografía más que un oficio para Luis Laforga (1951-2013) fue siempre una forma de posicionarse ante la existencia, una continua búsqueda por fijar la realidad desde un prisma personal y artístico.
Ante su objetivo pasó la vida política, cultural y social de Valladolid durante casi 35 años. Su trabajo abarcó el mundo de la prensa, encargos institucionales, ilustración de libros, fotografía artística y carteles. Mundos a veces distantes entre sí, pero siempre cohesionados por la personalidad que Laforga imprimía en su fotografía. Y es que aunque desde fuera pudiera parecer que nada pasaba, en su cámara sí sucedían historias. La suya es una trayectoria caracterizada por la autenticidad de su mirada y experiencia vital, con un estilo único que se ha convertido en referente de la fotografía de su ciudad natal, Valladolid.
Fruto de esta incansable búsqueda por encontrar lo que escapa al ojo no iniciado es esta exposición, que recoge sus más de dos décadas como fotógrafo oficial de la Semana Internacional de Cine de Valladolid que se inaugura el 5 de octubre a las 19:00 horas en el Teatro Auditorio de Íscar como una de las actividades del II Festival de Cortometrajes de Íscar que organiza la Concejalía de Educación,
Esta relación laboral coincide con sus primeros pasos como profesional. Hacía varios años que dedicaba el tiempo que le dejaba su trabajo como técnico de control y sonido de radio a colaborar con los medios de comunicación locales. Fueron años de esfuerzo y sacrificios por aprender hasta lograr dominar la fotografía de prensa, de captar el instante que cuenta en una imagen todo el recorrido de una noticia. Con este bagaje, y con el apoyo de quienes confiaron en quien aún era un fotógrafo a tiempo parcial, logró ser admitido en la plantilla de la redacción de la revista de la Seminci. No defraudó y su firma fue otra de las muchas señas de calidad de este certamen durante más de veinte años. La pasión por este trabajo y la recompensa en satisfacciones que le reportaba impulsaron su decisión de dejar la radio para dedicarse en exclusiva a la fotografía. Aquella edición de la Seminci de 1980 significaría su bautizo de fuego en la que pronto sería su única su profesión.
Su obra viviría una evolución en paralelo a la de la propia Semana Internacional de Cine que, tras unos años de transición y dificultades, consolidaba su prestigio y renombre internacional. Mientras esto sucedía, la fotografía de Luis Laforga evolucionaba también hacia un carácter más maduro, con cambios en la técnica que fueron de lo analógico a lo digital, del blanco y negro al color, o del revelado en su laboratorio a la edición por ordenador. Esta exposición muestra ese cambio en su estilo y en su forma de enfrentarse al retrato, con unas primeras escenas aún un tanto ingenuas, que sin embargo ya anticipan sus dotes, para pasar a unas imágenes que muestran un mayor conocimiento de la técnica, fruto de un ojo ya experimentado que sabe qué lugar escoger, qué rostro buscar, en qué momento enfocar.
Actores y directores no posan sino que desfilan ante el objetivo del fotógrafo, ajenos al hecho de que ese momento de festejo, esa mirada cómplice o esa conversación están siendo captados para volver hoy como testigos mudos del paso del tiempo. Observamos a un jovencísimo Antonio Banderas sinceramente emocionado, a un triunfador Brad Pitt en sus inicios hacia el estrellato, a una leyenda como Stanley Donen que posa con humildad, o a esos otros muchos, productores, directores y actores que, desconocidos o familiares, nos recuerdan la magnífica trayectoria de la Semana de Cine de Valladolid.
No se debe olvidar que es gente del cine la que pasa ante la cámara de Luis Laforga, y que está en su naturaleza el presentarnos su mejor imagen, seducir al fotógrafo con una pose tantas veces ensayada. Sin embargo, esta exposición evidencia que no siempre lo lograron, que la mirada tras el objetivo les dejó indefensos ante el retratista y el espectador, mostrando su cara más natural. Así vemos a un Pedro Almodóvar lejos de la imagen de éxito que proyectaría algunos años después; a Agustín González y a Maria Luisa Ponte en una atenta lectura de la revista Seminci. Una partida de cartas nos sorprende como el fotograma de una película española con grandes nombres en su cartel.
Vemos a gentes venidas de fuera que llegaron a ser familiares para la ciudad, como el ruso Nikita Mikhalkov o el armenio canadiense Atom Egoyan. Otros sí interpretan, como John Cleese, que hace una escena a lo Monty Python ante el fotógrafo. Se trata en suma de una exposición que el espectador habrá de completar de acuerdo a sus conocimientos y recuerdos.
Este comprimido resumen de la Semana de Cine de Valladolid se inicia hace treinta y tres años, lo que causa melancolía y tristeza pues comprobamos que muchos de estas significativas personas nos han abandonado, junto con el fotógrafo que nos legó todos esos momentos para el recuerdo.
El trabajo fotográfico de la exposición es parte del archivo del autor, que cuenta con más de 13.500 negativos y archivos digitales realizados entre 1980 y 2002, los cuales fueron visionados para seleccionar las más de ciento cuarenta fotografías que configuran esta muestra (30 fotografías de encuentros, 108 de retratos de los protagonistas y 6 sobre los teatros que han albergado la Semana Internacional de Cine de Valladolid).