El arzobispo de Valladolid preside las celebraciones en honor de ‘La Milagrosa’ en Viana de Cega
- Los vecinos del municipio volvieron a recordar los hechos ocurridos en el pueblo al finalizar la Guerra Civil y que están íntimamente relacionados con esta advocación mariana
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Como viene siendo habitual desde hace más de un siglo, la parroquia de la Asunción de Nuestra Señora de Viana de Cega celebró en el día de ayer, domingo más próximo al 27 de noviembre, los actos en honor a la Virgen de la Medalla Milagrosa. Se trata de una advocación mariana con especial arraigo en la localidad desde finales del siglo XIX y, más aún, tras los hechos acaecidos en el pueblo recién finalizada la Guerra Civil.
Para empezar, a las once de la mañana, los niños y niñas de catequesis recibieron la visita de una vecina de la localidad, Aglaé de la Torre, quien les relató los hechos del 1939 por los cuales La Milagrosa y Viana de Cega están íntimamente unidos. Posteriormente, a las once y media, se celebró una misa que estuvo presidida por el Arzobispo de Valladolid, Luis Javier Argüello, quien invitado por el párroco, Sebastián Aldavero, acompañó en la eucaristía no sólo a los vianeros y vianeras sino también a muchos vecinos de Boecillo, municipio del que también es párroco este último. También estuvieron presentes las autoridades municipales con el alcalde, Alberto J. Collantes a la cabeza. Argüello también aprovechó esta visita para bendecir el nuevo confesionario construido en el templo
Tras la ceremonia tuvo lugar una procesión con la imagen de María Inmaculada desde la iglesia parroquial hasta una hornacina con su réplica en miniatura ubicada en la Urbanización ‘La Resinera’.
LOS ‘MILAGROSOS’ HECHOS DE 1939
Como se explicó a los niños de la catequesis, y volvió a hacer Aldavero a todos los feligreses una vez finalizada la ceremonia religiosa, la especial relación de Viana de Cega con la Virgen de la Medalla Milagrosa viene de lejos si bien se intensificó al final de la Guerra Civil Española.
Durante este episodio bélico, dada la cercanía de la zona a las vías del tren, se ubicó un polvorín militar en las instalaciones de la Unión Resinera, lugar en el que hoy se asienta una urbanización residencial. La noche del 25 de noviembre, terminado el conflicto y con el polvorín aún lleno de artefactos militares, la chispa de una chimenea prendió la estructura del edificio.
Los centinelas, asustados, empezaron a correr la voz por el pueblo, temerosos de una posible explosión del material de guerra allí guardado. Los vecinos, aterrados al ver aquellas llamas que decían “tocaban el cielo”, emprendieron la huida hacia localidades cercanas o subiendo al famoso ‘Pico de la Horca’, donde la montaña atenuaría la onda expansiva en caso de explosión. Aun así, algunos vecinos se quedaron a prestar ayuda a los militares que luchaban contra el fuego.
Rayando el amanecer, cuando todos temían lo peor, puesto que para vaciar el almacén tenían que arrancar las rejas de las ventanas y era un enorme trabajo para aquellas pocas manos que quedaron a sacar los proyectiles, el viento milagrosamente cambió de dirección ayudando a aquellos valientes a sofocar el incendio.
Al día siguiente, domingo en el que ese año se celebraba la festividad de ‘La Milagrosa’, al regresar todos aquellos huidos se escucharon todo tipo de anécdotas curiosas, “algunas cómicas y otras terribles”. Para muchos, el verdadero milagro fue que durante una fría y oscura noche de noviembre, con temperaturas bajo cero, hubo unos setecientos vecinos de Viana pululando por pinares y carreteras y no pasó nada, ni un catarro, ni un resfriado, ni una torcedura corriendo a oscuras.
En recuerdo de todos aquellos hechos, hace cera de tres décadas se colocara en la confluencia de las calles ‘Estación’ y ‘Milagrosa’ –en la zona donde se encontraba el polvorín- una hornacina con la imagen en miniatura de ‘La Milagrosa’ y desde 2014, en dicha estructura, una placa en conmemoración del setenta y cinco aniversario de estos hechos.
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