Personajes: Teodoro Torres “Boby” y Quintín Vivas, Premios Privilegio de Villazgo 2013
Quintín Vivas y Teodoro Torres, ambos nacidos en Aldeamayor de San Martín en 1957 y 1961 respectivamente, recibirán el próximo día 18 de mayo el Premio Privilegio de Villazgo que concede el Ayuntamiento de Aldeamayor.
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La concesión de este premio viene motivada tal y como se expone en el acta del pleno ordinario que el Ayuntamiento de Aldeamayor celebró el pasado 25 de abril, “como reconocimiento a su labor altruista de promoción de las escuelas deportivas con los niños y jóvenes de este municipio” durante más de una década. Por este motivo, es incuestionable que los dos tienen que ocupar un espacio dentro de nuestra galería de protagonistas y con ellos hemos mantenido la siguiente conversación que en unas líneas quiere servir de testimonio a lo que aquel trabajo supuso.
Pyc.com:¿Qué representa para vosotros la concesión del premio?
Quintín y Teodoro: Para nosotros es algo muy grande. No somos ni intelectuales como muchos de los que han recibido el premio a lo largo de estos años, ni nada que se le pueda parecer; sólo somos dos personas que en su momento nos involucramos en algo en lo que creímos como era la puesta en funcionamiento de unas Escuelas Deportivas para que los chavales de Aldeamayor tuvieran alterativas de ocio durante el fin de semana. Que en tu pueblo, décadas después, te reconozcan esa labor, es muy grande. El hecho de que desde que se ha hecho pública la concesión del premio, muchos de aquellos chicos y chicas, hoy padres de familia, te paren por la calle para felicitarte, es algo que te llena de emoción y de alegría.
Pyc.com: ¿Cómo se pusieron en marcha las Escuelas Deportivas?
Quintín y Teodoro: Las Escuelas Deportivas surgieron a raíz de que hacia 1981 Aldeamayor entrara a formar parte de las competiciones deportivas que organizaba la Diputación Provincial. Desde el ayuntamiento contactaron con nosotros para que nos encargáramos de ponerlas en marcha. Poco a poco fuimos reclutando a niños para completar equipos en los diferentes deportes y categorías en las que se competía e hicimos cursos de monitores, como uno en Pedrajas de San Esteban. En un primer momento se jugaba al fútbol sala y al voleibol como juegos colectivos y al tenis de mesa y ajedrez como individuales. Posteriormente se añadieron el balonmano y el baloncesto. Teníamos la sede en las “Escuelillas” que utilizábamos a modo de almacén de camisetas y balones. Se competía los sábados, uno como local y otro como visitante. Empezamos a jugar contra equipos de pueblos como Serrada, Villanueva, Puente Duero, Simancas y Valdestillas. En años sucesivos también jugamos contra Portillo, Arrabal o Boecillo. Estaba muy bien organizado porque los sábados que jugábamos fuera, nos recogía un autobús y nos llevaba a cada uno de los pueblos. Los medios eran muy escasos. Salvo uno de los últimos años que coincidiendo con las fiestas de San Roque nos pagaron los arbitrajes, nunca cobramos nada por todo aquel trabajo, pero había mucha ilusión por sacar aquello adelante.
Foto: Equipo voleibol Aldeamayor años 80. De izquierda a derecha, de pie, Montserrat López, Marcelo de la Cal, Quintín Vivas, Leandro González, agachadas, Mari Carmen Gómez, Susana López, Isabel Fernández, María José Fernández, Ana de la Cal, Mónica Soto y Sole Castán. (Ana de la Cal)
Pyc.com: ¿Cómo era la mecánica de actividades con los chavales?
Quintín y Teodoro: Además de los sábados, que era el día de los partidos y donde tanto uno como otro madrugábamos para tener listas las instalaciones cuando jugábamos como locales (marcar campos, colocar redes, mover porterías, etc.), entrenábamos dos días a la semana. Generalmente los martes y los viernes cuando salíamos de trabajar.
Hubo personas que nos ayudaron muchísimo y a las que nos gustaría recordar, como fue el caso de Valentín Díaz, al que ya conocíamos mucho antes de que viniera como cura a Aldeamayor, Marcelo de la Cal que también estuvo a nuestro lado muchos años, Leandro González, que aunque menos, también echó una buena mano, Aníbal Bermejo que tomó nuestro relevo organizando las escuelas y que desgraciadamente falleció poco tiempo después, Ana de la Cal que colaboró con los equipos de voleibol o al señor Gabriel Haro, “El Tío Haro” como le llamábamos cariñosamente que venía casi siempre con nosotros y nos echaba una mano para estar pendiente de todo el grupo. A raíz de competir en los campeonatos de la Diputación, durante los veranos nos invitaban a muchos trofeos en diferentes pueblos de la provincia con lo que podemos decir que la actividad de los chicos no paraba en todo el año.
Pyc.com: ¿Recordáis alguna anécdota especial de aquella época?
Quintín y Teodoro: Como anécdota graciosa, en una de las salidas como visitantes, a Simancas concretamente, y después de jugar los partidos, entramos a tomar un refresco con varios chavales a un bar y uno de ellos se bebió los vasos de vino de dos señores mayores que estaban allí. Lógicamente nos tocó pagarles otros dos. También vivimos momentos tensos como cuando debido a un episodio de vandalismo de dos chicos, nos expulsan de las competiciones. Tuvimos que ir varias veces a Valladolid para lograr que no nos echaran haciendo ver a los responsables de Diputación que por la conducta de dos niños no iban a pagar los alrededor de otros cuarenta que formaban parte de los equipos. Asumíamos mucha responsabilidad al hacernos cargo de un número tan grande de chicos y en ocasiones nos llevamos más de un disgusto por no saber donde se había metido alguno. De ahí que casi al final de aquellos años, tuvimos que solicitar que alguien más viniera con nosotros. Pilar Zapatero y Pilar Rupérez fueron las primeras que, como representantes de la APAS, empezaron a acompañarnos en las salidas. Al final de casi una década, y a pesar del trabajo y esa responsabilidad, el balance es muy positivo y tanto para el uno como para el otro, aquella es una época que nunca olvidaremos. Como guinda, cuando cada uno de nosotros nos casamos, los chicos y chicas a los que habíamos entrenado nos hicieron un regalo, lo que también nos emocionó bastante.
Desde este medio, mi más sincera felicitación a Teodoro y Quintín por toda aquella labor. Tanto para mí como para muchos de los chavales de mi época fue una auténtica gozada tenerlos más que como monitores, como amigos.