Pío del Río Hortega, vecino de Portillo
La Villa de Portillo además de ser conocida por su castillo o por sus tradicionales encierros camperos, los cuales comienzan hoy, es también asociada a una importante figura del campo de la investigación médica: Pío del Río Hortega.
Juan del Río Hortega.
En el capítulo VIII de su “Galería de tipos de época”, Pío Baroja nos describe a Pío del Río-Hortega como “un conocido hombre de ciencia español a quien conocí en Madrid y con quien conviví en el exilio en París(….).Don Pío era el caso del investigador que ha hecho algo muy importante dentro de una disciplina científica a fuerza de trabajo. No era precisamente un hombre que compartía públicamente sus ideas políticas, sin embargo hablaba de Valladolid, de Portillo, su pueblo, de su familia, de sus parientes y amigos con mucho más interés que de todo lo demás”…..”También hablaba de la ortografía de su apellido Hortega, que se escribía con hache, y de su castillo que tenía en su pueblo, Portillo”….. “Su padre, al parecer, lo había comprado para evitar su ruina a lo Mendizábal. Su vida en París transcurría entre los tumores cerebrales y microscopio, su familia, su pueblo,…….”
Hay cosas que a todos nos gusta oír; y ver y sentir, en definitiva. Nadie es como es por casualidad. El ser humano es un compendio de ilusiones, de alegrías y miserias. Nadie es alguien por sí mismo. Alguien es nadie por victimismo. La historia del más grande se nutre de las desdichas de su vida. La vida de cualquiera se nutre de su corazón.
La plaza de los Arcos de Portillo acogía el domicilio familiar de los del Río. Don Juan, personaje curioso, probablemente ilustrado y seguramente Albista, era el propietario de gran parte del rastro de Portillo. Sus desavenencias con el conde de Gamazo acapararon más de un titular en el joven “Norte de Castilla” a propósito de los límites de los acuíferos para el ganado y de las discrepancias políticas en la época del Reformismo.
Los hijos de Don Juan del Río y Dña Dolores Hortega, crecen en un mundo acorde con la realidad burguesa, provinciana y pseudofeudal acomodada del momento. Todos los varones estudian carrera, disfrutan de una etapa universitaria más o menos frívola y buscan su futuro social y laboral fundamentalmente en Madrid. Solamente las tragedias personales les devolverán a Portillo. Solamente el cariño a sus ancestros, a su gente, a su infancia, les hará regresar a su tierra. La seguridad del hogar.
En 1925, Don Pío es un destacado científico. Pío del Río, de Portillo, es un hombre que, creámoslo, acapara la vida científica del momento. El periodo de entreguerras. La teoría neuronal de Ramón y Cajal. El tercer elemento. Difícilmente se puede conformar la historia de un pueblo sin precisar históricamente los detalles que la constituyen. El descubrimiento de la microglía y la oligodendroglía son la base del conocimiento de las enfermedades del sistema nervioso.
El premio Nobel Severo Ochoa fundamentalmente tenía querencia por tres cosas en los últimos años de su vida: el lechazo, su mercedes azul celeste y visitar de incógnito, los sábados y desde Madrid, la fortaleza de Portillo. Muchos portillanos no lo saben. Muchos no lo creerán. Ya da igual. En una ocasión, en Madrid, me dijo: “es curioso, ¿se da usted cuenta que los portillanos con Alzheimer, nunca sabrán que los estudios más esperanzadores sobre su enfermendad parten de la célula de Hortega, su vecino?”.
Portillo; el castillo de Portillo. Tan cerca de Madrid que a penas una mirada larga en un día claro imaginas el laboratorio de Cajal, en Atocha. La naturaleza amarilla de los cereales en julio; el rojo de la amapola en abril; el verde del raso en mayo y el gris del cerro de San Cristóbal de manera perenne. Cuando Río-Hortega estudiaba medicina obtuvo varios premios de pintura en la Escuela de Bellas Artes que dirigía Martí y Monsó. La plaza del Coca. Almenas y arqueros. El primer microscopio, el primer enfermo, la primera frustración. Sangre, pus, delirio, coma y muerte. ¿Qué hay más allá de lo que veo?. Créanse los usuarios del sistema de salud; generalmente los científicos más importantes parten de ideas muy simples para generar principios básicos de trascendencia insospechada. Pío del Río y Portillo. Un enfermo con meningitis, muchos días de insomnio, una tragedia familiar, un ataúd blanco y un estímulo científico. Así se escribe la historia. Pío del Río-Hortega fue médico de su pueblo y fue testigo de varias muertes de meningitis. Hoy se sabe que la microglía o célula de Hortega participa determinantemente en los cuadros infecciosos y degenerativos del sistema nervioso.
La casa de los abuelos. Mi padre, Julio del Río: “salvo la barba blanca de mi abuelo Juan todo lo demás era incómodo. Era un sinvivir: servirte por la izquierda; no más de lo que podías comer; mirar al frente; asentir las palabras del abuelo; mirar a la tía Felisa con respeto y,… y asegurarse de no coincidir con nadie en el excusado, donde, por cierto, tienes la Iliada para entretenerte….”.
Mi vida en Portillo fue muy diferente. Mi abuela Petra, mi tía Mari, mis primos Javi, Carlos, Chus, Pepe, Tito y Julián. La farmacia de Portillo. La farmacia del timbre niquelado, con sonido agudo e intermitente; el mismo sonido que por última vez en Portillo escuchó Pío del Río cuando desde Madrid trasladó a mi bisabuelo Juan a Portillo. Navidad de 1935. Nadie volvería a ser lo que era. Mampara de madera clara y barnizada que enmarcan cristales rectangulares, biselados y pequeños; pequeños como el pozo de la finca del Convento de la Fuensanta.
Desde Filadelfia con cariño. Alpers; el profesor Alpers le cuestionó a mi amigo el Dr. Justo García de Yébenes el motivo de su permanencia en los Estados Unidos para estudiar Neurología. Justo es el Jefe de Neurología de lo más, de Madrid. –Pero, doctor, a qué viene Ud. a América si todo lo que yo sé se lo debo a Río-Hortega. Por cierto, haría Ud. bien en irse a Oxford, donde Don Pío tiene una “Perpetue tabulae”.
Aprendí a convivir con lo mío y con lo de mi tío Pío. Me propuse saber todo acerca de él. Todo. Todo. Portillano de nacimiento; vallisoletano de estudios; madrileño que hizo cambiar de domicilio a su padre y hermanas; sabio internacional; conflictivo intelectual; apasionado hombre de cultura; políticamente comprometido hasta su muerte; hombre de Giner de los Ríos, de la Institución Libre de Enseñanza. Amante de su pueblo, de Portillo.
¿Acaso sospecha algún portillano que por sus calles pasearon hombres como Luis Jiménez Asúa, Juan Negrín, Juan Cristóbal, Isaac Costero, Severo Ochoa, García Lorca, Marañón, Jiménez Díaz, Miguel Nieto, Victorio Macho….?
El premio Nobel norteamericano Wilder Penfield estudio neurología con Río-Hortega en Madrid. El americano se trajo un año entero a su mujer y a sus hijos para aprender las técnicas histológicas del sabio portillano. La correspondencia entre ambos sabios, en perfecto castellano, se muestra en un museo de la Universidad de Alberta, Canadá: “Querido Don Pío, no se olvide de mostrar nuestro agradecimiento a Don Juan. A sus hermanas, Felisa, María y Catalina muéstreles nuestro más sincero respeto. Los bollos de Portillo y los “cacharros” llegaron bien a Nueva York. El profesor Cushing recordó su estancia con usted y me requisó los dulces…”
Cuando se habla de fama se tiende a pensar en requisitos banales; el dinero fácil, el oportunismo barato, las promesas tribales, la seguridad del Estado, la responsabilidad ajena. Cualquier circunstancia personal ajena a lo previo dignifica al individuo. En Portillo nació un hombre noble, digno y sabio que supo llevar hasta su tumba el nombre de su pueblo como nadie lo había hecho antes. Fue una persona digna y seria en su vida y en su muerte. Llevó el nombre de Portillo en su toga de doctor honoris causa de Oxford y, a pesar de las infamias, donó sus posesiones, entre ellas el castillo de Portillo, a instituciones que le dieron la espalda. Y lo siguen haciendo.
Portillo se merece un personaje universal como Río-Hortega, y Don Pío se merece el reconocimiento universal de su pueblo.