DE LA MURALLA DE URUEÑA AL MONASTERIO DE LA SANTA ESPINA EN LA 1ª RUTA DE ‘ANDADNDO POR LA PROVINCIA’
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Hubo que madrugar pero mereció la pena. Treinta andarines, en su mayoría llegados desde Aldeamayor de San Martín, pero también de Pozal de Gallinas, Mojados y Tordesillas, se sumaron el pasado fin de semana a la caminata familiar por los Montes Torozos que transcurrió entre Urueña y La Santa Espina sobre un recorrido de 12 kilómetros sin apenas dificultad con un desnivel de 60 metros.
El programa ‘Andando por la Provincia’ promovido por la Diputación Provincia de Valladolid volvió a reunir como en ediciones anteriores a padres, madres y niños llegados con la intención de caminar y también descubrir dos magníficas localidades que guardan cada una importantes secretos. Fue esta la primera de las tres excursiones andarinas que se llevarán a cabo en esta edición. La siguiente será en Tudela de Duero el 16 de abril, y la última, el 7 de mayo en el Pinar de Antequera.
La villa de Urueña tiene el privilegio de ser, hoy en día, el municipio con el perímetro amurallado mejor conservado de la provincia de Valladolid, pero no solo esto, sus casas nobles, sus escudos, las puertas del Azogue y de la villa hacen al visitante retroceder en el tiempo. Un paseo por la muralla y la visión de una impresionante y colorida llanura que parece nunca acabar y que situaba a Urueña hace muchos siglos como lugar estratégico en zona fronteriza entre los reinos de León y Castilla.
Al sur de esta villa, se accede a la ermita de ‘La Anunciata’, en la vega, edificada sobre la iglesia de un monasterio mozárabe del siglo X –San Pedro y San Pablo de Cubillas–. Es uno de los pocos ejemplares de románico catalán con influencias lombardas de la región castellano-leonesa. Y mirando a la misma, los versos y canciones de Amancio Prada, cantando desde su pelo blanco a la melancolía… No sólo eso, en esta localidad, se encuentra el Centro Etnográfico Joaquín Díaz y su Fundación. En 1975 Urueña y su ermita fueron declaradas como Conjunto Histórico Artístico, y desde el año 2007 es la primera Villa del Libro de España, motivo por el que está incluida dentro de la red de Villas del Libro del mundo. Sus librerías son, por sí mismas, la justificación suficiente para ir a conocerla.
El inicio de la actividad fue un recorrido por la villa. A través de un juego con un plano y pistas se fueron resolviendo enigmas que pusieron en conocimiento de los participantes esta bella localidad medieval de 7 hectáreas que en su día tuvo tres monasterios y cinco parroquias y que su denominación (Urueña) apunta a agua y fuente.
Pero caminando, caminando, caminando en parajes de planicie se llega a La Santa Espina. Y allí al monasterio cisterciense ubicado en el valle del río Bajoz, en los Montes Torozos. Se sitúa en la localidad de La Santa Espina, en el municipio de Castromonte. Los monjes cistercienses llegaron al monasterio en el año 1147, enviados desde Claraval por San Bernardo de Claraval a petición de la infanta-reina Sancha Raimúndez quien, el 20 de enero de 1147, donó para la fundación del monasterio sus heredades en San Pedro de la Espina y en Santa María de Aborridos.
Tras la llegada de los caminantes a La Santa Espina y el tiempo para coger fuerzas y almorzar, los participantes pudieron hacer un taller de llaveros realizados con agallas de roble antes de poder visitar el monasterio. Rodeado de una enorme muralla del siglo XVI, este tiene su entrada por una puerta monumental con arco de medio punto. Sus claustros, situados al norte de la iglesia, articulan las dependencias más importantes del monasterio. Cuenta con dos claustros, el de la hospedería (del siglo XVI) y el claustro procesional, con expresión herreriana un poco tardía y es fruto de la transformación en el siglo XVII del primitivo cisterciense.
Ese fue el punto de llegada de este paseo que, olvidando los kilómetros, los caminantes recuerdan las maravillas contempladas. Un paseo por la historia, por el arte escondido, ahí cerca, en Los Montes Torozos.