Privilegio de Villazgo: un alcalde para un pueblo
- Ya que este año no hemos podido celebrar la fiesta del Privilegio de Villazgo, sirvan, al menos, estas letras para reivindicar la memoria y la obra de estos dos personajes: el pueblo de Aldeamayor y su primer alcalde, Fransisco Casado
Celso Prieto Bermejo
Debido las circunstancias por todos conocidas, este año no se ha podido celebrar la fiesta del “Privilegio de Villazgo” que desde hace más de veinte años viene celebrando esta villa de Aldeamayor. Precisamente recordando ese hecho, haber sido declarada villa y con ello su segregación de la justicia y actos administrativos de la villa de Portillo.
La historia es suficientemente conocida ya que durante estos veinte años se ha venido repitiendo tanto en escritos como en los discursos que se pronuncian con motivo de la entrega del premio que lleva su nombre. Desde el siglo XIV venía siendo habitual que una aldea, poblado o lugar pidiera al respectivo rey el favor o privilegio de segregarse de la villa principal, no solo por el deseo de administrarse por sí mismo, sino que se hacía frecuentemente refiriéndose a los frecuentes abusos, excesos y perjuicios que sufrían de los justicias y regidores de la villa principal. Con la llegada de la Ilustración estos casos de pedir el privilegio se hicieron más frecuentes. Y en Aldeamayor se fueron haciendo las gestiones pertinentes hasta alcanzarlo el 19 de mayo de 1776.
En este día quiero hacer mención destacada de dos personajes que fueron protagonistas en este acontecimiento:
1º El pueblo, la gente del hasta entonces lugar de Aldeamayor
Durante estos dos meses de estado de alarma hemos vivido múltiples experiencias y sentimientos. Solo me quiero referir a una secundaria, el aplauso que genera la admiración por un grupo de personas que han puesto su esfuerzo al servicio de los demás.
Y hoy solo pido el aplauso para los habitantes de Aldeamayor que hicieron posible en 1776, con su esfuerzo y su dinero, la compra del Privilegio de Villazgo.
En el censo de 1776 que declaran las autoridades del lugar para calcular el repartimiento de lo que hay que pagar al erario real por el Privilegio de Villazgo que han solicitado y que después comprobarán casa a casa el juez y el secretario venidos desde Aranjuez, el lugar de Aldeamayor en ese momento está compuesto por 112 hogares, vecinos o unidades familiares. Más concretamente había 103 hombres, 98 mujeres, 186 menores y 4 mayores. Es decir un total de 391 personas censadas.
El año de 1775 debió ser un año calamitoso, al menos así lo deja entrever el alto número de defunciones de párvulos, 19 en todo el año, de los cuales 10 fallecieron en el mes de agosto. Sólo 8 personas mayores se hallan entre los finados y casi todas ellas sufrieron el tránsito final en el tiempo frío.
La esperanza media de vida en este tiempo no arroja precisamente datos muy positivos, como afirma Maximiliano Barrio: «Durante la segunda mitad del setecientos, en la provincia de Valladolid sólo un pequeño porcentaje de los varones (13,07%) logra sobrepasar los cincuenta años y que la esperanza de vida apenas llega a los treinta».
Por ello bien merecen nuestro aplauso, recuerdo y reconocimiento. Se podría pensar en algún gesto hacia ellos el día de la fiesta en homenaje a su esfuerzo como a varios de ellos ya se les ha hecho poniendo su nombre a algunas calles de la urbanización del Golf.
2º El primer alcalde de la villa, Francisco Javier Casado Baquerín Monroy y Montaña.
Con la llegada desde Madrid de la delegación real, compuesta por un juez, un escribano y un alguacil, se puso en plena vigencia lo mandado en el documento del 19 de mayo antecedente. Entre las numerosas gestiones, una fue el nombramiento del primer alcalde de la villa, cuyo encargo recayó en Francisco Javier Casado Baquerín Monroy y Montaña.
Había nacido en Aldeamayor el día 4 de marzo de 1718 y bautizado el 11 del mismo mes. Era hijo de Jerónimo Casado y de Bernarda Baquerín Monroy, residentes en Aldeamayor y naturales de Arrabal.
Perdió pronto a su madre. Contrajo matrimonio con Ángela Burgueño Gómez, hija de Juan Burgueño y de Tomasa Gómez, vecinos residentes en Castronuevo, obispado de Palencia, pero naturales de Tudela.
Fueron desposados y velados el martes 17 de noviembre de 1739 en la Iglesia de la Concepción de dicha villa de Castronuevo con licencia como consta en el libro de la Iglesia de dicha Villa. El matrimonio tuvo varios hijos: Narciso, Bernarda, Angela Xaviera, Teresa, Bernardo, Francisco.
Debió ser un hombre influyente. De él sabemos que era arrendatario de la Laguna de sal de compás, de dos obradas de extensión, que poseía en Aldeamayor el Monasterio de Santa Clara de Tordesillas. Por su explotación obtenía setecientos cincuenta reales de utilidad media anual.
Lo hacía junto con otros arrendatarios consortes vecinos de este lugar en la cantidad de 1675 reales cada año, incluidos los pozos que corresponden a dicha laguna y una casa que tienen en este lugar destinada para la recolección de dicha sal”. Pagó 490 reales para la obtención del privilegio del villazgo. Anduvo relacionado también con la gestión de toros bravos y dehesas en Montemayor. Pero la mayor información nos viene de su testamento.
Murió el 30 de diciembre de 1786, después de recibir como buen cristiano los sacramentos de confesión, eucaristía y extremaunción.
Fue enterrado, según su petición testamentaria, con el hábito de San Diego en la sepultura que ofrendaba en este momento. Recordemos que en esta época se enterraba a los difuntos en la nave central de la Iglesia. Los más pobres eran enterrados en la nave lateral, en la capilla de Santa Catalina.
Por la minuciosidad de los encargos para después de su muerte podemos comprender la preocupación de la salvación eterna del alma y la importancia de la religión en este tiempo. Encargó se llevase sobre su sepultura ofrenda durante dos años. En el primero cuatro cirios, dos roscas de cera, un pan y una oblada de cuatro en par los días festivos. Los demás días dos cirios de rosca de cera, un pan y un cuarto y dos cuartos para responsos… Mandó se dijesen por su alma 800 misas rezadas a tres reales de limosna y 50 por las animas de sus padre y 7 misas de a cuatro reales privilegiadas. Mandó honras y cabo de año. Fundó un aniversario de una misa cantada con vigilia y responso anualmente el día de San Francisco un año, y el día del Ángel de la Guarda otro, alternativamente, o en sus octavas. Y que se diese de limosna siete reales al señor cura o beneficiado que la cumpla y un real al sacristán, dando éste dos clamores, uno al principio de la misa y otro al concluirla y mandó se lleve ofrenda medio pan, un cuarto y dos cirios. Así como otros encargos que se dejaban como mandas y obligaciones «por penitencias mal cumplidas y promesas olvidadas».
Para el cumplimiento de estas cuantiosas diligencias «dejó e hipotecó un alamar cercado de tapia de dos obradas al Puente Canto intramuros, que lo divide el arroyo y linda al poniente con alamar de María y José Ojero y otro de Don Thomás Ortega; una tierra triguera a las Cambroneras que está pro indivisa con otra de la misma cabida afecta al vínculo que goza dicho otorgante, hace cada parte ochocientos veinte estadales; otra tierra triguera entre el camino de Santa María y la Cruz sin brazos, de dos mil doscientos y sesenta estadales, también pro indivisa con otra de la misma cabida del vínculo del otorgante, linda con dicho camino de Santa María y tierra de Vicente Olmedo; otra tierra triguera a la Piedras de novecientos estadales, también pro indivisa con otra de igual cabida del vínculo de dicho testador, que linda con tierra de la Niñas Huérfanas de Valladolid; una tahona con todos sus pertrechos intramuros y detrás de la Casa de la Sal, excepto la piedra de afuera cuyo aniversario se fundó en su hijo Bernardo. Fue enterrado al día siguiente, 31 de diciembre de 1786 y por el rompimiento de la sepultura se pagaron treinta reales a la iglesia.
Pocos días después, el 10 de enero de 1787, murió su esposa, Ángela Burgueño, después de recibir los sacramentos. Había hecho testamento recíproco con su esposo, Francisco Casado y en él pormenoriza igualmente los detalles de las honras fúnebres, enterramiento y sufragios espirituales a aplicar por su alma.
Ya que este año no hemos podido celebrar la fiesta del Privilegio de Villazgo, sirvan, al menos, estas letras para reivindicar la memoria y la obra de estos dos personajes: el pueblo de Aldeamayor y su primer alcalde. No digo nada, pero en la próxima fiesta bien merecen un momento y un gesto en su recuerdo para que no caigan en la “damnatio memoriae”.