Aldeamayor de San Martín: el paso de la vida

Todo el mundo guarda en su interior un lugar especial, un lugar donde siempre que vuelves te sientes en casa, donde todo lo que ves aparece en tus recuerdos como si hubiera estado allí siempre. Ese sitio, para mí, es Aldemayor de San Martín.

Iván Álvarez Gómez

No nací aquí, para algunos opinadores estrictos podría no considerarse mi pueblo pero, yo pienso que cada uno es de donde se siente y le acogen y a mí me acogieron muy bien aquí. Y aparte de que todos mis antepasados maternos  son del pueblo y zonas colindantes, para mí siempre será mi pueblo.

Desde bien pequeño he pasado veranos y resto de vacaciones aquí. En cierto modo podría decir que me he medio criado aquí. Hasta donde abarca mi memoria siempre ha estado presente el pueblo.

También fue bastante pronto cuando empecé a notar las diferencias con la ciudad. Me impresionaba mucho el hecho de que la puerta trasera de la casa de mis abuelos estuviera abierta hasta el anochecer y pudiera entrar y salir sin tener que llamar y sin la compañía de adultos. Otra cosa que me llamaba mucho la atención era que todo el mundo supiera quién era yo, mis abuelos, mi madre, etc. Ésto siempre me produjo una sensación de estar en casa. Todo el mundo te saludaba, te conocieran o no te conocieran y si no te conocían o no les conocías tú,  muy probablemente la próxima vez que te cruzaras a esa persona ya sabría quien eras y tú quien era esa persona.  Todo era más sano, el aire, la comida; hasta las relaciones humanas.

No soy mayor pero ya voy cumpliendo años y recuerdo la época en la que todos los caminos eran de tierra, mucha de la gente aquí vivía de la agricultura, algo casi impensable en estos momentos que nos está tocando vivir. Recuerdo como algo común el cruzarte con un rebaño de ovejas; hace mucho que no veo ninguno. Aún estando a 17 kilómetros de Valladolid todo iba más despacio. Las noticias no llegaban tan rápido como llega todo ahora. Todo era más pausado.

También viví aquí mi adolescencia de manera muy intensa. En los pueblos la gente se hace mayor antes y el choque emocional que me llevé allá por el año 92, acostumbrado a lo que estaba viviendo en la ciudad, fue realmente impactante; todo un despertar a lo que sería la vida adulta. Muchas de las amistades que forjé en estos días aún perduran. Esa amistad que se forja en la zona, difícil al principio pero una vez se alcanza dura para toda la vida. Me marcó muy positivamente, y me formó como persona. Aprendí muchos de los valores por los que se rige ahora mismo mi vida. Creo que si tuviera que usar una palabra para comparar el pueblo con la ciudad hablaría de pureza. Todo era mucho más simple. También tenía su parte negativa. El hecho de que te conozca todo el mundo te da algún que otro disgusto porque te han visto aquí o allí pero nunca vi mala intención, simplemente una manera de hacer las cosas.

Pasaron los años, madurez, mujer, hijos, trabajo, obligaciones, todo se complica. El pueblo se desarrolló en todos los sentidos, incluso políticamente, por desgracia. Todo el progreso llegó al pueblo también, los caminos dejaron de ser de tierra, llegó la inmediatez de la comunicación a través de internet, teléfonos móviles y resto de dispositivos. El campo prácticamente dejó de ser un medio de vida y se empezaron a ver las cosas un poco más al estilo ciudad, con sus virtudes pero también con sus defectos. También la gente, entre los que me incluyo, dejamos de preocuparnos por saludarnos y saber quién era la persona con la que te habías cruzado. Todo cambia!

No obstante, un lugar al que estas tan arraigado y que tiene una base como la que tiene el pueblo, no dejará de tener su esencia. Nunca he dejado interesarme por los asuntos del pueblo y siempre que he podido he vuelto.

Para mí siempre será ese lugar donde, pasen los años que pasen y sufra los cambios que sufra, siempre  te sentirás en casa. Todo el mundo tiene su sitio y este es el mío.