“Los experimentos con gaseosa”: los cangrejos rojos americanos, por Fernando García de Cuesta
¿Quién no ha consumido alguna vez un cangrejo rojo americano? Sin embargo, quizás desconozcamos como se introdujo en España, quien lo hizo, para que fines y que problemas ha ocasionado al ecosistema fluvial
Fernando García de la Cuesta
¿Quién no ha consumido alguna vez un cangrejo rojo americano? Sin embargo, quizás desconozcamos como se introdujo en España, quien lo hizo, para que fines y que problemas ha ocasionado al ecosistema fluvial.
Sabemos que en España aún tenemos lugares en donde se pueda pescar el cangrejo autóctono amenazado por el cangrejo americano. Concretamente el Austropotamovius pallipes (cangrejo de patas blancas) y el Astacus astacus (cangrejo noble). El cangrejo de “patas blancas”, que es el más conocido, se encuentra listado como especie coaccionada dentro de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza). En la península tenemos por el momento 350 poblaciones restringidas de cangrejo autóctono: ZONA ALPINA, Aragón, Cataluña y Navarra; ZONA ATLÁNTICA, Galicia, Asturias, Cantabria, Castilla y León y País Vasco.; y ZONA MEDITERRÁNEA, Andalucía, Aragón y Castilla la Mancha). No obstante, los reductos son muy pocos y la cantidad exigua.
“La introducción en España del cangrejo rojo americano se produjo a través de la suelta intencionada con apoyo institucional como experiencia para explotar comercialmente sus poblaciones”, en las cuencas de los ríos nacionales y sobre todo en el Pisuerga, al paso por Herrera de Pisuerga para poder seguir promocionando el FESTIVAL NACIONAL DE EXALTACIÓN DEL CANGREJO DE RÍO. El autóctono lo habíamos hecho desaparecer con dolo por pesca sin discriminar.
El cangrejo rojo americano (Procambarus clarkii) es una especie de crustáceo con cuerpo alargado y cefalotórax más grande que el abdomen, especie invasora introducida hace cincuenta años, amenaza que acabó con el autóctono conquistando su hábitats, provocando la biodiversidad debido a su tremendo canibalismo. Fue introducido en España por medio de dos implantaciones que no tenían nada que ver una con la otra, en ambos casos con la anuencia del SEPRONA. La primera de ellas se importó desde Luisiana (EEUU), librando los cangrejos en una finca de Badajoz en 1973 y la segunda del alto México fue soltada en las marismas cultivadas del Guadalquivir, concretamente en una extensa finca del Puebla del Río. Nunca se pudo imaginar que esta nueva especie desconocida en España se pudiera expandir con tanta facilidad en un tiempo récord, alcanzando toda la península y lo que era peor, devorando a los cangrejos autóctonos.
Las dos sueltas independientes en lugares dispares, se propagaron de distinta forma y destinos opuestos. El cangrejo de Badajoz invadió Portugal, mientras que el de las marismas del Guadalquivir involucró al resto de España, pero con una diversidad genética diferente. Esta propagación indiscriminada del cangrejo rojo americano se vio favorecida por el tránsito de multitud de personas que lo soltaron para beneficiarse en lugares próximos a su lugar de residencia. Vertieron los cangrejos en ríos en donde había desaparecido o a punto de extinguirse el autóctono, contribuyendo a su invasión, sin punto de no retorno.
Pero como siempre ha ocurrido cuando no se investiga previamente cualquier cambio escenario, aconteció lo que probablemente sobrevendría: la invasión por toda España de una amenaza para la biodiversidad y el ecosistema, hasta tal extremo que una vez establecido es totalmente imposible erradicar. El epicentro del crustáceo rojo en España se encuentra en Isla Mayor (Sevilla) en donde el 70 % de la recogida de toda la población se dedica a este menester. Una vez capturados, son transportados a diversas factorías en donde pasan por un proceso de lavado, clasificado, cocido y embalado para el mercado en España y toda Europa.
Aunque parezca mentira, el cangrejo rojo es mutante y en el bajo Guadalquivir ha aparecido un nuevo crustáceo invasor mucho más voraz que sus congéneres y de más tamaño, ventaja para su explotación comercial.
El Procambarus clarkii, fue introducido adrede como experimento viendo su desarrollo para la obtención de un beneficio económico, a falta del cangrejo de la península Astacus astacus, sin embargo el resultado no ha podido ser más precoz para el autóctono. ¿Qué nos devendrá el futuro?
En el Delta del Ebro, el cangrejo rojo se ha instalado de manera abundante, siendo el mayor problema para la estabilidad de todos los cultivos en los cuales el agua sea indispensable. No obstante, lo que se trajo en la creencia de ser algo beneficioso como experimento, unos obtienen beneficios y otros padecen de sus males.
La vida tiene sus partidarios y detractores y dado que el cangrejo rojo americano ha llegado para quedarse, es mejor que nos vayamos haciendo la idea de tener que aprovecharlo como podamos y sepamos, atendiendo a las escasas virtudes de las que posee y transformarlas en un alimento de poco sabor y escaso valor culinario. Cierta vez leí, que la mejor manera de borrarlos del mapa sería su pesca a cientos de grandes sacos y repartirlo entre los amigos aunque no los degustaran, pero los repartieran a su vez. Toda una quimera.