Vale más llegar a tiempo que rondar cien años. Sobre la sorpresa de la europeas

¿Qué fue antes? ¿El huevo o la gallina? ¿Qué es lo que realmente han mostrado los resultados de las últimas elecciones europeas? ¿Los ciudadanos han manifestado un rechazo al bipartidismo¿ ¿O quizás la atomización de los resultados es más bien el resultado de un hartazgo de las castas políticas y no del sistema bipartidista?

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El resultado de las elecciones al Parlamento Europeo ha sido un reflejo de lo que nuestra sociedad siente por lo que de un tiempo para acá se conoce como “casta política”. Ya lo ven, no sienten absolutamente nada; la estructura y base sólida de la política de nuestra nación, repudiada por completo. Teniendo en cuenta que los que gobiernan son los que se equivocan, las cosas tampoco les han pintado tan mal.

De eso de que el bipartidismo es malo, nada de nada. A otro perro con ese hueso. Las mejores épocas de nuestra  historia económica y de estabilidad social se han producido cuando el bipartidismo era fuerte y los partidos minoritarios no podían chantajear a cambio de sus votos. La Historia no engaña; algunos sí. El diccionario de la RAE describe el término demagogia, en su segunda acepción, como “degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poderes la respuesta fácil y barata a problemas serios y difíciles”.  ¿Han escuchado a alguien a lo largo de la campaña de las europeas endulzar sus oídos con soflamas populistas? Obama ganó un Premio Nobel de la Paz tras una declaración de buenas intenciones. Como se dice por estas tierras, una cosa es predicar y otra dar trigo, y el paso del tiempo ha demostrado lo vacío de ese galardón. Tras los resultados del pasado domingo, emerge con fuerza la figura de un nuevo salvador; ese que defiende propuestas tan embriagadoras para algunos como irrealizables y ese que el día que muere Hugo Chávez, afirma que los demócratas han de estar de luto, “porque se ha ido uno de los nuestros”.

Claro que los dos grandes partidos están repletos de sujetos cuya moralidad y buenas prácticas son manifiestamente mejorables; claro que hay que luchar contra determinados comportamientos; claro que hay que expulsar de la vida pública a quienes los practiquen y claro que hay que poner delante de la Justicia a quienes delincan para que sobre ellos recaiga todo el peso de la Ley. Pero una cosa es luchar para mantener la democracia, que se ha demostrado como el menos malo de los sistemas políticos, y otra muy distinta es boicotearla. Con el ascenso del respaldo popular a los partidos de extrema izquierda que beben las aguas de regímenes como el castrista de Cuba o el Bolivariano de Venezuela, ¿acabaremos viendo cómo se instala una checa en el Palacio de las Cortes y se hace pasar por ella a los 350 diputados que actualmente ostentan la Soberanía Nacional, ¿se volverá a usar en pleno siglo XXI el Código de Hammurabi como fuente legal y el ojo por ojo y diente por diente será la base para aplicar justicia? Son los representantes de estos partidos los que se quieren apropiar de la legalidad cuando les conviene, los que tiran la bengala y asaltan la valla del Congreso, los que salen a la calle por todo y critican el sistema y los que a la vez viven muy bien de él. Son ellos también los que justifican la pedrada en la cabeza a un policía porque a un estudiante le han reducido la beca, los que definen como “guerra” a una huelga y los que, en definitiva, odian la democracia creyendo que con las voces y los palos van a llegar lejos. Se equivocan. Además, no nos cabe duda de que en un ataque de coherencia, quieres critican a la castas políticas y quieren echarlas de las instituciones, ahora que como buenos eurodiputados van a formar parte del selecto club de los 17.000 euros al mes, renunciarán a este “pequeño estipendio” o lo donarán para causas sociales.

Por suerte el tiempo pone a la gente en su  sitio, y más a aquellos que hacen apología del delito. Empleando el dicho castellano “tanto monta, monta tanto”, que nadie se eche las manos a la cabeza cuando ocurran acontecimientos que nadie quiere que pasen, porque este idílico salvador de la democracia, del progresismo y del bienestar común, ha llegado ahí por unos respetables señores que tienen nombres y apellidos. Y lo que criticamos en el caso de España, sirva para lo que ha ocurrido en otros lugares como Francia con el Frente Nacional y su radicalismo de derechas incluidas propuestas xenófobas.