Personajes: Celia Martín, voluntaria en varios proyectos sociales

Celia Martín es una madrileña de 27 años de eda, descendiente de La Pedraja de Portillo (nieta de Virgilio Martín y María Bueno) y que por segunda vez va a viajar a África, concretamente a Burkina Faso como voluntaria en un proyecto solidario. Hoy la traemos a nuestro diario para conocer más acerca de cómo es esa experiencia.

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Pyc.com: ¿Cuándo vas por primera vez a Burkina Faso, y cuál es la motivación para emprender ese viaje?

Celia: Viajé por primera vez a Burkina Faso en julio de 2012. Tomé la decisión en un momento donde, planteándome qué hacer aquel verano, sentí que necesitaba algo distinto, que me enseñara más que unas vacaciones en la playa. Entré en contacto con CC ONG, una entidad de origen catalán que desarrolla y colabora con proyectos en varios países de África y Sudamérica, y que precisamente recibió uno de sus premios más importantes en Valladolid, a través de Caja España. Me propusieron pasar tres semanas (el tiempo máximo del que disponía debido a mi trabajo) en un orfanato de un pueblo llamado Ziniaré, a unos treinta kilómetros de la capital. Pese a la limitación de tiempo, tenía ganas de colaborar en lo posible y me pareció una buena forma de tomar un primer contacto con el continente.

Para sacar el máximo partido del viaje, difundí el proyecto entre las personas de mi entorno, que se volcaron por completo. Gracias a ellas pudimos recaudar 40 kg de ropa y material escolar, además de 1.200 € en efectivo. El dinero se destinó a comprar comida para el orfanato, y a cubrir los gastos hospitalarios y alimenticios de un bebé prematuro que apareció abandonado durante mi estancia en Ziniaré.

Pyc.com. ¿Qué te encuentras cuando llegas allí? ¿Coincide con la imagen que tú tenías?

Celia: Antes de mi viaje me informé todo lo que pude sobre Burkina Faso. Lo más fácil cuando uno busca información sobre cualquier país africano es encontrar ránquines e historias de pobreza, subdesarrollo y hambre. Me intenté preparar para una situación de miseria y falta absoluta de medios, pensando que eso, y sólo eso, iba a ser lo que encontraría. Mi destino, sin embargo, era algo más amable.

Al llegar al orfanato de los Santos Inocentes, perteneciente a la orden burkinesa de la Inmaculada Concepción, descubrí un lugar admirablemente regentado, donde los niños tienen sus necesidades básicas cubiertas. Gracias al trabajo que la directora realizó durante diez años, son más de ciento treinta los niños abandonados o huérfanos que ahora cuentan con un hogar y una buena alimentación, educación y atención médica. Las donaciones y los apadrinamientos son fundamentales para el sustento del centro, pero también cuentan con ingresos propios, procedentes de su panadería y de un pequeño albergue donde se alojan los voluntarios. El objetivo es que, en un futuro, el orfanato sea autogestionable y deje de depender de ayudas externas.

Ciertamente, fuera las condiciones son más duras. Se come cuando y lo que se puede, no es corriente que haya luz, y casi nunca hay agua. Las familias tienen un terreno donde cultivan maíz, sorgo o algún otro cereal para consumo propio, y cuya cosecha suele ser escasa debido al clima y a la sobre explotación de la tierra. Los burros y las vacas tienen la piel pegada al hueso, los caminos de tierra se vuelven impracticables con las lluvias, y la malaria que las acompaña no se cura porque el médico es de pago.

Pero no todo es miseria ni lamentos. Existen pequeños comercios, asalariados, gente de negocios. Personas que viven, dentro del contexto de pobreza del país, una vida "normal", con sus trabajos, sus amigos y su ocio de fin de semana. Las comodidades son infinitamente menores que aquí, pero las personas son las mismas.

Pyc.com: ¿Qué actividades son las que haces en tu estancia y cómo es tu día a día?

Celia: Debido al intenso calor, solíamos amanecer sobre las siete de la mañana. Desde el albergue, caminábamos hasta el orfanato, donde nos esperaban los niños, preparados y puntuales para las clases. El curso escolar acaba en junio y se reanuda en septiembre, por lo que nosotros dábamos refuerzo en inglés y matemáticas, que duraba hasta la hora de comer.

Muchas de las cuidadoras se marchan a pasar una temporada con sus familias durante las vacaciones escolares, por lo que nosotros nos encargábamos de tener a los niños atendidos mientras las que quedaban realizaban las tareas del orfanato. Así, las tardes las dedicábamos a jugar con ellos y entretenerles. Hacíamos pulseras, nos enseñaban canciones en mooré o jugábamos al pañuelo. A muchos se les notaba la falta de una atención individualizada, y todos agradecían nuestro cariño y cuidados.

Por la noche teníamos sesión de cine, gracias al proyector que había llevado uno de los voluntarios. Era el mejor momento del día. Los niños se nos subían al regazo y nos rodeaban, peleando por sentarse a nuestro lado para ver la película. El espectáculo era más fascinante para mí que para ellos, si cabe. Gritaban cuando el malo se salía con la suya, animaban a gritos a los buenos, reían a carcajadas las caídas y los golpes, y se escondían entre nuestras piernas cuando algo les asustaba.

Pyc.com: ¿Qué te ha aportado esta experiencia?

Celia: Lo más grande que me llevé de Burkina fueron las personas a las que conocí y con quienes establecí un vínculo inesperado. Los niños, las cuidadoras del orfanato, los amigos del pueblo… A lo largo de este año he mantenido el contacto con varios de ellos, por lo que hemos logrado que el vínculo no se rompa.

Pero además, este viaje revolvió mi vida porque me hizo descubrir un universo del que lo desconocía todo, y que ahora me fascina. Me produjo un ansia por saber más sobre Burkina y sobre África en general. La literatura, la música, la historia, las tradiciones, la gente. Cada día descubro una nueva faceta de África, más allá de las noticias habituales de guerras, violencia y hambrunas, que componen sólo una pequeña pieza del puzle que es este continente.

Pyc.com: Tras esta experiencia y tu regreso a España, ¿participas en alguna otra actividad de tipo solidarios? 

Celia: Al volver a España decidí que no quería convertir este viaje en una mera anécdota de mi vida. Busqué formas de conservar los lazos creados, seguir aprendiendo e involucrarme de una forma más activa. Por ello acabé haciéndome voluntaria de la Cruz Roja, en un proyecto con jóvenes inmigrantes que completan mi vida y me enseñan cosas nuevas cada día.

Este año, viajo de nuevo al orfanato de Burkina, a reencontrarme con niños y mayores, a seguir conociéndoles y colaborando en lo que pueda, con la ayuda, una vez más, de quienes desde aquí contribuyen con donaciones y un apoyo moral que nunca podré agradecer suficiente.