Manuel Solo: «La Semana de Cine de Medina me ha dado gasolina en esta carrera de fondo»

  • El actor nominado al Goya por su papel en Cerrar los ojos, de Erice, recogió ayer el Roel de Honor de la SECIME por su trayectoria

 

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Llegó tarde al mundo audiovisual, pasada la treintena, y la Semana de Cine de Medina del Campo estuvo ahí desde sus primeros pasos en la interpretación. Por esa razón, Manuel Solo ha confesado sentir «una gratitud muy grande» al recibir el Roel de Honor de la SECIME.  «Es de los primeros festivales en los que he sentido que se ponía una lucecita sobre mí, algo de reconocimiento. Me ha dado combustible desde el principio. Periódicamente este festival me ha dado gasolina en esta carrera de fondo que es la del secundario», ha señalado el ganador en dos ocasiones del premio al mejor actor en el certamen.

El nominado al Goya al mejor actor por su papel en Cerrar los ojos, de Víctor Erice, sigue aceptando papeles en cortometrajes, cuando considera que «la historia merece ser contada», solo que ahora es «más selectivo». Es un lujo que se permite en un momento en el que la variedad de plataformas y formatos genera «más trabajo». «Sobre la calidad… tengo dudas serias, creo que no. Hay mucha necesidad de rellenar contenidos, dando productos que son copias de copias de copias», ha señalado el intérprete algecireño en un encuentro con los medios de comunicación momentos antes de recibir el galardón honorífico del festival vallisoletano, acompañado por su director, Emiliano Allende. En ese contexto, se ha mostrado «sorprendido de que películas independientes españolas y de otros países» hayan tenido en los últimos tiempos «un rendimiento en salas más que aceptable». «También hay nicho» para ese otro cine, aunque «la oferta de entretenimiento puro y duro es enorme, cada vez más grande, da la sensación de que se lo come todo», ha concluido.

Para alguien autoexigente y perfeccionista, acostumbrado a papeles secundarios, la llegada de los protagonistas le ha hecho comprobar «lo que es trabajar todos los días en casi todas las secuencias» e intenta no machacarse, ha dicho, si un día no sale del todo bien. Quizá esa misma autoexigencia le hizo temer que Cerrar los ojos «se cayera» por su culpa tras el «vuelco al corazón» de aquella llamada del Erice para hacer la prueba.

El ganador del Goya al mejor actor de reparto por su papel en Tarde para la ira, de Raúl Arévalo, ha hecho un alto en su apretada agenda para recoger el Roel de Honor de Medina del Campo y volver a Oporto, donde está rodando su siguiente proyecto: La quinta, de Avelina Prat. Además, tiene pendiente de estreno también una serie que se va a anunciar dentro de poco, una comedia, y otro largometraje. 

Interpelado por la fórmula para que el cortometraje llegue al público, Manuel Solo ha puesto el acento en la educación, «a través de talleres, llevar el lenguaje cinematográfico a las escuelas, y a los cines, haciendo sesiones por géneros».

REIVINDICACIÓN DEL VIDEOCLIP

En el mediodía del sábado  las Conversaciones del Simón Ruiz han recordado el vigésimo aniversario del Certamen Nacional de Videoclips de la SECIME, con la presencia de los directores del género David Heofs y Abel Molina, además de la especialista Jennifer Rodríguez, investigadora y autora de varias publicaciones en ese campo. El moderador del encuentro, el director del Máster en Estudios Avanzados en Historia del Arte de la Universidad de Salamanca, Javier Panera, ha ensalzado la defensa de este tipo de creación audiovisual por parte de la Semana de Cine.

«Es el festival a nivel nacional, y casi me atrevo a decir que a nivel internacional, que de modo más estable ha convocado un certamen. Por aquí han pasado los realizadores más importantes del país. Siendo un festival de extraordinario prestigio en el cortometraje, ha contribuido a dignificar el videoclip», ha subrayado Panera en la presentación de un debate que ha girado en torno al lema «El videoclip musical. Entre la experimentación y la industria».

Los participantes han reflexionado sobre la posición de estas piezas creativas en el panorama audiovisual y en un contexto en permanente evolución. La irrupción de las redes sociales, especialmente TikTok, y ahora la Inteligencia Artificial han dado un vuelco a la forma de consumir este tipo de creación audiovisual. Desde que en 2015 Jennifer Rodríguez publicase un artículo sobre la cadena de valor del vídeo musical hasta hoy han pasado solo nueve años, pero «una eternidad en un formato así». Entonces «la distribución se basaba en la televisión, programas de música y canales temáticos», ahora sustituidos por las redes sociales y plataformas de streaming, y con YouTube «convertido en la nueva televisión». Sin olvidar los tiempos de atención: «Todo dura poco más de un minuto».

Los directores David Heofs y Abel Molina, «dos galácticos del videoclip» en palabras de Javier Panera, han coincidido al valorar la libertad que encuentran en este campo. En su trayectoria, ambos han trabajado con artistas con los que sienten una «conexión». Y ambos compaginan esta actividad con otras facetas creativas.  «Es una quimera vivir del videoclip, pero me ha servido para crear un imaginario visual, me dedico a crear visuales para conciertos, para giras», ha señalado Molina, ganador en dos ocasiones del premio del público del certamen medinense (la última con Canción de muerte y salvación, de Zahara). «Un videoclip te quita un mes de trabajo. Yo soy el productor, el director y monto el vídeo. El nivel de autoexigencia es alto, mucho más que cualquier pieza de publicidad. Por eso nadie puede dedicarse solo a hacer videoclips», ha corroborado David Heofs, autor de piezas para artistas como Dellauente, Colectivo Da Silva o Mura Masa.

El panorama del vídeo musical en España se mueve desde los pequeños artistas, que pueden manejar presupuestos desde 1.000 o 4.000 euros para un proyecto, los medianos que destinan de 6.000 a 15.000 euros y las muy escasas estrellas que pueden permitirse hasta 100.000 para una pieza, ha esbozado Heofs. «Hay una brecha muy grande: desde esos de 15.000 a 100.000 no hay nadie», ha añadido Molina.