La Junta insiste en que la dieta mediterránea es la más saludable y recomendada para disfrutar de plena salud

La dieta mediterránea propone un conjunto de pautas alimenticias caracterizadas por la variedad y el equilibrio e incluye el consumo moderado de carnes y productos cárnicos entre las recomendaciones para alcanzar el saludable aporte nutricional.

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La dieta mediterránea, considerada por la UNESCO como patrimonio inmaterial de la Humanidad, constituye un conjunto de pautas alimenticias típicas de los países ribereños del Mediterráneo y caracterizadas por la variedad y el equilibrio en los nutrientes que componen la alimentación, desde siempre, de estas culturas.

España también disfruta de la dieta mediterránea, en la que de una forma moderada (hasta dos veces semanales las carnes rojas y una, las procesadas), está incluido el consumo de carnes y productos cárnicos.

Ante la proliferación de noticias relacionadas con el estudio ayer divulgado por la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer, en las que se incide sobre la inclusión, por parte de la Organización Mundial de la Salud, de las carnes rojas y procesadas como alimentos con riesgo de cáncer, lo primero que hay que trasladar a  la sociedad y a los consumidores es que esta premisa no se puede entender de una forma aislada y sí interpretándolo, siempre, desde aspectos tan fundamentales como la dieta y las dosis que, individualmente, se consuman.

Parece por tanto necesario insistir y aclarar que estas consideraciones, al igual que sucede con otros alimentos y hábitos alimenticios, hay que valorarlas siempre atendiendo a las circunstancias concretas de cada consumidor, de manera que una dieta variada y unos hábitos alimenticios correctos, en los que esté presente el consumo de la carne, complementado por otros productos alimenticios como las legumbres y el pescado, son garantía del adecuado aporte nutritivo, en vitaminas y proteínas, que contribuya a la buena salud individual.

De hecho, el propio estudio de la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer del que se han hecho eco los medios de comunicación en las últimas horas indica que, para un individuo normal, el riesgo por consumo de carnes rojas y de carnes rojas transformadas es pequeño en un adecuado hábito alimenticio, destacando al mismo tiempo que estos productos tienen un importante y necesario valor nutricional que hay que tener en cuenta.

Son numerosos los estudios y las organizaciones y sociedades científicas que, tanto a nivel nacional como internacional, insisten en la importancia de los hábitos saludables alimenticios y en la variedad de la dieta como elementos para la prevención de  enfermedades, diversidad en la que también está presente la carne y los productos cárnicos consumidos de forma moderada.

La dieta mediterránea, cada vez más valorada y seguida a nivel mundial, parte de esas premisas de variedad y equilibrio y, en el caso de las carnes, ya expresa el carácter necesario del consumo de productos cárnicos.

El ‘Código Europeo contra el Cáncer’ recoge, entre sus recomendaciones para evitar la enfermedad, una que, concretamente, se refiere a esa alimentación variada y equilibrada. “Haga una dieta saludable: coma granos enteros, legumbres, verduras y frutas. Reduzca los alimentos de alto contenido calórico y reduzca la ingesta de carnes rojas y de alimentos con alto contenido en sal. Evite las bebidas azucaradas”.

La Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición ha aconsejado prudencia ante la proliferación de noticias sobre la inclusión de productos cárnicos entre los potencialmente cancerígenos, algunas alarmistas y faltas del necesario rigor científico y, a la espera de nuevas evaluaciones de riesgo, seguir las recomendaciones de salud pública al respeto del consumo, moderado, de estos productos.

También hay que recordar que la Junta de Castilla y León mantiene su labor como garante de la seguridad alimentaria de los consumidores a través de controles y analíticas que garanticen una oferta de alimentos seguros y de calidad.

En este sentido, la actual política en materia de seguridad alimentaria que realizan las administraciones públicas españolas a todos los niveles es la más estricta del mundo, de manera que ante la menor sospecha de riesgo se impediría la puesta en el mercado de alimentos que pudieran ser nocivos para la salud de las personas.