La figura del tratante de ganado: Antonio Cerro

El trato de ganado es uno de esos oficios que con el paso de los años han desaparecido en los pueblos. Hoy traemos a nuestras páginas a uno de los últimos tratantes de ganado que ha habido en nuestra comarca. El pedrajero Antonio Cerro.

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Dicen los que han practicado el oficio, o los que lo han padecido, que “para ser tratantes había que tener unas características muy especiales como capacidad de persuasión, labia que se diría ahora, apreciar la calidad del ganado sin mostrar interés, temple para no calentarse, etc.”. Al margen de esas aptitudes, lo que nosotros vamos a intentar reflejar en las siguientes líneas son aspectos relativos al día a día de ese oficio.

Antonio Cerro Encinas es vecino de la Pedraja desde que abriera los ojos a este mundo hace 78 años. Es una de las personas más conocidas en Tierra de Pinares dado que por su oficio, y siendo la mayoría de nuestros pueblos de antigua base agrícola y ganadera, raro era no ver su Avia aparcado en la trasera de algún vecino cargando o descargando alguna vaca o algún ternero tras cerrar un trato. Los que hicieron algún trato con él, dicen que ante todo era "buen pagador".

Tras esta breve introducción a su persona, pasemos a formularle unas preguntas para adentrarnos algo más en su persona y en el oficio.

Pyc.com: ¿Defíname en qué consiste esta profesión?

A.C.: La profesión de tratante consistía en la compra y venta de ganado. Algo tan simple como comprar género para después revenderlo. Actualmente la profesión está en peligro de extinción sino muerta. El problema fundamental es que los piensos cuestan mucho. Hay clientes que te pagan buenos precios, pero el hecho de que te paguen como mínimo a 60 días hace que tengas que adelantar mucho dinero pues tanto el pienso como el ganado en origen lo tienes que pagar al contado.

Pyc.com: ¿Por qué y cuantos años la ejerció?

A.C.: En casa de mis padres siempre hubo ganado y quizás porque ese mundo me gustaba es por lo que decidí dedicarme a ello orientándolo al trato y no a la venta de leche por ejemplo. Estuve trabajando en la azucarera y en Maggi, pero no me veía atado a un horario ni recibiendo órdenes de nadie. Sacrifiqué unos trabajos más o menos fijos por algo vocacional, en lo que me sentía a gusto y a lo que he dedicado 40 años de mi vida.

Pyc.com: ¿Cómo era el día a día de un tratante de ganado de su época?

A.C.:Muy sencillo; te pasabas el día fuera de casa comprando o vendiendo el género. Contaba con una especie de cartera de clientes con los que tenía relación más periódica y que por lo general te llamaban cuando necesitaban de tus servicios. Me movía fundamentalmente por Valladolid, Segovia y Palencia e incluso en Santander también trabajaba bastante. Cuando comprábamos ejemplares, generalmente su destino era el matadero aunque también se realizaban tratos de vacas de leche.

Pyc.com: ¿Cuáles fueron su primer y último trato?

A.C.: El primer trato lo hice en la zona de Olmedo, concretamente en Aguasal, donde retiramos treinta y tantas novillas afectadas por tuberculina de un conocido que las quería echar antes de que le contagiaran al resto de la cabaña. Le dije que era mucho ganado para poder pagárselo, pero me dio facilidades puesto que le importaba más deshacerse de ellas que el precio. El último lo hice en Aldeamayor con la familia López Salamanca a los que les compré unos toros. 

Pyc.com: La saga de la relación con el ganado la ha continuado su hijo. ¿En qué ha cambiado el oficio?

A.C.:En esencia mi hijo hace lo mismo que hacía yo pero él lo ha diversificado comprando ovejas y además en el año 97 amplió el negocio haciendo un cebadero de terneros con capacidad de 200 plazas con el que sigue en la actualidad.

Pyc.com: ¿Hay que compatibilizarlo con otras tareas agrícolas y ganaderas?

A.C.: Necesariamente el de la ganadería es un oficio que tienes que compaginar con la agricultura. En nuestro caso, sembramos cereal, cebada y trigo. La cebada la usamos para alimento del ganado y el trigo lo vendemos a las harineras.

Pyc.com: En el mundo del trato siempre ha existido la picaresca. ¿Me puede contar algún episodio curioso o gracioso que recuerde de los años en los que ejerció el oficio?

A.C.: En Ávila, hacia 1990, me la clavaron hasta el hígado. Compramos unas buenas terneras, que fueron al matadero y de ahí a una carnicería. En la carnicería, los veterinarios tomaron muestras de la carne para su análisis y resulta que era carne contaminada por clembuterol. Tanto el carnicero como yo pensábamos que la carne estaba bien, pero no. Me tocó pagar una buena multa y al que me vendió las terneras no lo volví a ver el pelo y eso que le busqué para saldar cuentas, pero había desaparecido de allí.