El maravilloso proyecto extraescolar que inició un padre en el colegio de Megeces

  • Con Pradygreen, Pablo Gilsanz del Río, acerca a los alumnos de este centro, ahora integrado en el CRA Arroyo, aspectos sobre el entorno que les rodea con especial incidencia en “conocer para respetarlo y llegarlo a amar”

Juan José Villalba Pinilla

Megeces es un pueblo de la provincia de Valladolid, de algo más de 400 habitantes censados, que destaca, a partes iguales, por su entorno natural al estar situado en un valle entre montes y bañado por el río Cega, así como por la iniciativa de sus vecinos, no sólo desde el punto de vista empresarial, como lo demuestran los diferentes negocias que tienen allí su domicilio fiscal, sino también desde el punto de vista social con la organización de eventos lúdicos o solidarios que se distribuyen durante todo el año. En este último apartado, el de la iniciativa social, es donde se enmarca el caso de un vecino, Pablo Gilsanz del Río, empeñado en trasmitir a las nuevas generaciones su amor por la Naturaleza, por el entorno que le rodea por la idiosincrasia del pueblo que le vio nacer.

PROYECTO PRADYGREEN

Son las cuatro de la tarde de un martes 21 de mayo. Los niños, que encaran la recta final del curso, van tomando asiento en sus pupitres. Intercambio presentaciones con las dos maestras del colegio, Ana y Alba, y cuando el alboroto propio de los comienzos de las clases se apacigua, y ante las miradas con que me escrutan, aprovecho para presentarme. Les cuento que mis abuelos maternos están enterrados allí, que tengo tíos y primos entre sus vecinos y que, seguramente, mi segundo apellido le sonará bastante. Les explico que me han hablado de una actividad extraescolar muy chula en la que el padre de uno de sus compañeros les está enseñando aspectos del entorno que les rodea. Les explico que estoy allí para conocer más sobre esa actividad y saber qué les parece. A partir de ahí comienza el taller y como uno más, presto atención.

 

Apoyándose en láminas, peluches y maquetas, Pablo describe a los alumnos las características de un animal que todos conocen en Megeces: el murciélago. Les habla de algunas de las especies que hay en todo el mundo, de la que más se da en el pueblo, de papel en la cadena trófica y, para tranquilizar a alguno de los presentes, minimiza su leyenda negra focalizada en la figura del vampiro. Pasan los minutos y dialoga con ellos sobre la racionalidad y crueldad de una Naturaleza que hace que una madre sacrifique a alguna de sus crías, la más débil, si percibe que los recursos son tan escasos que no podrá sacar adelante a todas ellas. Analiza con los niños cómo se estructura la dentadura de los animales en función de la dieta que sigan, etc. Los 16 niños atienden, preguntan y confirman que desde que empezó esta actividad ya logran distinguir muchas de las especies presentes en su pueblo y ven las cosas de una forma más analítica y profunda. Así, por ejemplo, ya no se asustan cuando ven un polluelo de ave caído en el suelo, ni intentan rescatarlo. Saben que muy posiblemente se deba a lo que Darwin denominó selección natural.

En la segunda parte del taller salen al patio y cuando todos están situados alrededor de un bancal, nuestro protagonista les habla sobre alguna de las plantas que allí crecen, como la del tomate y  la de la albahaca, y les describe parte de sus características así como varias de sus utilidades. También en el patio estudian la composición de un nido, los materiales de qué está fabricado y a partir de ahí elucubran hipótesis de a qué ave puede pertenecer. Vuelven al interior del aula y siguen trabajando, esta vez con láminas, pinturas y algunas figuras, sobre diversos animales.

Fue durante el curso 2020 – 2021 cuando, animado por las maestras que había en el CEIP El Prado de Megeces, encabezadas por Michelle y Esther, Pablo comenzó a impartir un taller para acercar a los alumnos la flora y la fauna del pueblo. Un taller basado en su propia experiencia, en la inquietud por saber y en horas y horas de contacto con la Naturaleza. Y así empezó esa aventura, bautizada como ‘Proyecto Pradygreen’ y nacida del principio de que, como sentencia Pablo, “si no conoces el hábitat que te rodea, las plantas y los animales de tu entorno, es muy difícil que lo respetes y mucho menos que lo ames. Algo que quise enseñar desde el principio a los niños es que no hay animal malo ni animal bueno. Lo único que tienen son mecanismos de defensa que usan si se sienten amenazados. Con ejemplos he querido ilustrar que lo que les han trasmitido desde pequeños es falso y puedan trasmitan la realidad de las cosas a futuras generaciones”.

La iniciativa echó a andar acercando a los niños un animal tan común y tan accesible en un entorno rural como el de Megeces como una gallina. Pablo no sólo les explicó con ejemplares de verdad la morfología o los hábitos de este ave doméstica sino que dio un paso más y gracias a la colaboración Ayuntamiento, de los padres, que se volcaron desde el primer momento para que la propuesta saliera adelante, y de empresas locales, como Granja Pinilla, que donó un gallinero, los alumnos se embarcaron en gestionar la crianza de los pollitos que fueron llegando.

 

En sucesivos cursos y gracias al apoyo de los nuevos docentes, como el caso de las ya citadas Ana y Alba en Megeces y de Isabel, del colegio de Cogeces, los chavales han seguido conociendo las características de más animales: desde los de granja, como cerdos, pavos o patos, a otros que, sencillamente, pululaban por las calles del pueblo o por el mismo patio del centro desde un caracol o una babosa hasta un ratón o un erizo. Todo ello, remarca nuestro protagonista, con el consentimiento de los padres y minimizando los riesgos que se pudieran plantear tanto para los niños como para los propios animales.  “Además, a medida que el taller avanzaba, se percibía que aumentaban las ganas de saber más y más acerca de los animales así como el respeto por ellos” añade.

 

El proyecto fue tomando mayor dimensión al potenciarlo con nuevas iniciativas. En esta línea, con la construcción de un observatorio de aves a los alumnos se les abrió la posibilidad de conocer y estudiar a las diversas clases de pájaros que habitaban lo zona y que, atraídos por un el alimento de un estanque anexo, se posaban en las proximidades de la estructura. Así aprendieron, por ejemplo, a identificar las especies como los martines pecadores, las garzas, los mirlos o los gorriones e incluso a diferenciar distintas variedades dentro de una misma especie hasta el punto de tener perfectamente claro qué distingue a un gorrión común de un gorrión molinero.

 

Pero no sólo de animales está compuesto ese medio, sino también de personas. De ahí que periódicamente, invitados por nuestro protagonista, hayan visitado el colegio profesionales que ejercen su labor en Megeces, como el médico, el farmacéutico o el guarda forestal, “que explicaron a los niños por qué eligieron su oficio y qué función realizan en una comunidad como la de nuestro pueblo” explica. También les han visitado niños que un año antes dejaron estas clases para ir a estudiar la ESO a Íscar y les han contado como ha sido su experiencia describiéndoles los aspectos positivos y negativos de ese cambio. Además, de cara a futuro, Pablo quiere contar con alguno de los vecinos de más edad del pueblo para que los alumnos conozcan cómo era su pueblo décadas atrás y la forma de vida de sus habitantes.

CONTRATIEMPOS Y EL FUTURO

Toda esa evolución, la dimensión que está alcanzando el proyecto  y el hecho de que los niños y sus familias, algunos de otras localidades como la cercana Cogeces o la no tan cercana Aldeamayor, valoren su esfuerzo y estén contentos con la experiencia es lo que le ha motivado a seguir año tras año… aunque no todo ha sido idílico, más bien al contrario, el proyecto sufrió un duro revés.

La entrada en vigor de la Ley de Bienestar Animal, en la que se especifica que no pueden introducirse en el centro animales domésticos, obligó a Pablo a reinventar la actividad. “Como habéis visto, ahora trabajamos con peluches y otros soportes. No tiene nada que ver con la forma en la que  concebí el taller y en la que lo comenzamos, porque con animales de verdad los niños  captaban sensaciones con todos sus sentidos, pero es lo que hay” explica Pablo quien no pierde la esperanza de volver al modelo original puesto “desde la dirección del CRA de San Miguel del Arroyo al que pertenece Megeces se está trabajando en un proyecto que, en función de alguna de las particularidades que recoge la ley, nos permita volver a usar animales de carne y hueso”. Para él es algo que hay que agradecer al equipo de dirección del CRA y que espera que llegue a buen puerto.

 

Con lo cual, metafóricamente, las espadas están en todo lo alto. Esta padre de alumno continuará el próximo curso impartiendo el taller, con la ilusión  de que se haga la luz y pueda retomar la idea original. Paralelamente, de la mano de padres y ayuntamiento, seguirá trabajando que se mejoren las instalaciones de manera que sumando unos factores y otros el colegio sea atractivo para que más niños se matriculen en él de cara a cursos posteriores. “Está claro que por la realidad demográfica de Megeces el número de niños que se incorpora a los primeros cursos cada vez es menor y el colegio se ha mantenido en los últimos años por la llegada de familias de inmigrantes y, en algún caso concreto, por la llegada de niños de otros pueblos a cuyas familias les ha seducido el modelo educativo, las actividades que se ofrecen y el entorno. No me resigno a que este colegio desaparezca y por eso, en la medida de mis posibilidades, trabajo para evitarlo. Si alguna familia quiere venir a conocerlo que no dude en ponerse en contacto conmigo o con las maestras porque de muy buena gana se lo enseñaremos. Megeces es un pueblo muy bien situado y con muy buenas comunicaciones tanto hacia Valladolid como hacia Segovia”.