Apuntes históricos de Viana de Cega: «Líbranos de la peste, Roque santo y peregrino»

Reproducimos íntegramente una reflexión que en 2005 escribió la vecina de Viana, Mari Casorrán, dedicada a los vianeros ausentes y que versa sobre posible intercesión del santo francés ante la gripe del año dieciocho del siglo pasado por su interés histórico.

Mari Casorrán

“Líbranos de peste y males, Roque santo y peregrino”

Queridos vianeros, que no vianenses como ahora se empeñan en denominarnos, que aunque caben las dos acepciones nosotros siempre hemos sido vianeros. Pues queridos vianeros de nacimiento o adopción.

El señor Alcalde y “Chambete” me comentaron que el día de San Roque querían dedicarlo a los que ya no están entre nosotros. Me pareció muy bonito y emotivo, pero no tanto cuando me dijeron que habían pensado en mí para que recordara a nuestros difuntos. ¡Qué apuro! Yo que no soy oradora ni literata ni nada que se le parezca, pero acepté y aquí estoy. ¿De qué podría yo hablar? Pensando recordé algo que, de niña, oí contar a mis vecinas muy queridas las señoras Celestina, Valentina, Bruna, Piedad, Paulina de Fuco y algunas más.

Corría el año 1918, de triste recuerdo para España. Una terrible epidemia asolaba casi toda la nación y mermaba las pequeñas poblaciones de nuestra tierra. Muchos habrán leído sobre ella porque es Historia con mayúscula y pasó a los anales como “La gripe del 18 o gripe española” y que según la expresión popular los afectados “caían como moscas”. Afortunadamente en Viana no hubo que lamentar ningún caso. ¿San Roque?

Sí afectó a nuestros vecinos de Puente Duero que estaban tan abatidos y desolados que al saber que el Viana no había ningún caso pensaron que era porque teníamos a San Roque. Formaron comisión y vinieron a pedirnos a nuestro santo.

En ese año arribaron a Viana tres personas muy queridas por todos los vianeros: Don Constancio Nájera, el sacerdote, Don José Zurro, el médico y Don Jacinto Maeso, el maestro de la Escuela. Por entonces el alcalde era Don Máximo Casares, el juez de paz Serapio Esteban, el secretario Baldomero Gil y el alguacil Bernardino Martínez.

El sacerdote contó a las autoridades. Éstos, a su vez, consultaron al pueblo y allí se “armó Troya”. Los padres de la patria que voy a nombrar por orden alfabético: Arévalo, Baticón de la Cal, Casares, Díaz, Fadrique, Fernández, Ferrero, de Frutos, García, Gerbolés, Gutiérrez, Hernández, Herrero, Liaño, Martínez, Navarro, Pérez, Plaza, del Pozo, Rodríguez, Tranque, Velasco…Disculpas si olvidé alguno. Pues bien todos haciendo cábalas, todos opinando, que si dejaban a San Roque entraría la peste en Viana, que si San Roque es nuestro, que si… ¡No hubo forma de convencer a nadie de prestar al santo! Y eso que medió el conflicto el secretario del señor arzobispo que era vecino de nuestro pueblo –aquí murió y está enterrado junto a su esposa, Don Juan Ignacio Mª de Pizarro y Doña Pura Solís-.

Queridos vianeros, con la mano en el corazón y mirando a San Roque, ¿qué haríamos nosotros en situación semejante en pleno siglo XXI? Cada cual haga sus propias conclusiones pues yo no sería capaz de juzgar a nadie.

Después de esto recuerdo a otra generación. Veo a aquel grupo de mujeres del Viernes Santo entonando “La pasión de Cristo”: María y Elvira Pérez, Mariana García, Emiliana Ferrero, Lute Casares, Paulina García y Paulina Liaño; aquellas misas solemnes cuando el coro de chicos atacaba el “Veni creator espíritu” con el viajo armonium, con Ángel del Pozo, Agustín, Arturo Riaño, Donato, Nico, etc; recuerdo también a Ricardo Sanz, a Joaquín y Pablo García, a Ángel Gerbolés con su enorme fuerza portando las andas del santo…

Queridos amigos, empecé diciendo vianeros de nacimiento o adopción porque ¿quién no se acuerda de Paco Pahíno con su fino humor animando a los danzantes y sufriendo la correa del tío Fermín? O Nazario tan servicial en sus sermones el miércoles de ceniza, o “Recortes” tan teatrero siempre, o Repiso que paraba la procesión para hacer sonar el himno nacional, o a Don Luis Toca, el médico que no sabía decir no… Veo a mi padre que era aragonés y discutía con un francés la nacionalidad de San Roque porque en aquella época Montpellier pertenecía a la Corona de Aragón. El francés era Don Pablo Mouto, cónsul de Francia, pionero entre aquella pequeña colonia de veraneantes que de chicos llamábamos “la carretera”: los Ramos-Hernández, Mateos, Requejo-Enrríquez, Velasco, Cueto-Sánchez y algunos más.

Recuerdo también cinco san roques muy tristes, los tres de la Guerra Civil, el año que murió Alejandro Fadrique practicando su deporte favorito, la natación. Y el otro, el año que murió Tere Casares, nuestra presidenta de acción católica.

He conocido fiestas rutinarias y aburridas…Se jubiló Don Constancio, vino Don Lucio, permitió bailar a las mujeres y amigos, “las mujeres son mayoría hoy”.

Voy a terminar con unos versos de nuestro insigne poeta castellano, José Mª Gabriel y Galán de su poesía “La pedrada”:

He nacido en esos llanos

de la estepa castellana,

donde había unos cristianos

que vivían como hermanos

en republica cristiana.

Me enseñaron a rezar,

me enseñaron a sentir

y me enseñaron a amar,

y como amar es sufrir

también me enseñaron a llorar.

Con estos versos quiero recordad a unos vecinos de adopción excepcionales. Sin ellos Viana no sería lo que es social, cultural, católica y económicamente, la familia Riaño Serrano-Zárate.

Nada más amigos, a los jóvenes que bailen hasta no poder más, sana y honradamente y que respeten lo que heredaron de los que ya no están y de nosotros los que ya nos vamos acercando a ellos. Deciros como Cristo a sus apóstoles “no tengáis miedo” que con ellos San Roque nos guardan sitio en el Cielo.